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Enfrentar la violencia de género desde la empresa

La pandemia de COVID-19 ha dejado un buen saldo en términos de visibilización de lo importante que es la salud mental, apunta María Elena Esparza.
sáb 23 julio 2022 12:00 AM
Síndrome de burnout
El síndrome de 'burnout' se refiere al desgaste físico, psicológico y emocional que podría estar relacionado directamente con ansiedad, depresión o cansancio laboral (dentro o fuera de casa).

(Expansión Mujeres) - La violencia de género suele asociarse al espacio privado y es común pensarla como un problema de las mujeres. La realidad es que se trata de un desafío estructural con alto impacto en todos los ámbitos de la vida social, incluida la empresa.

Dos datos para situar el tema: el año pasado, la ONU reveló que los hombres ganan en promedio 12.5% más que las mujeres en los 40 países del mundo que tomaron como muestra para su estudio, México incluido. Además, ellas cargan con 2.6 veces más trabajo doméstico no remunerado y labores de cuidado cuando llegan a casa, de acuerdo al Inegi.

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No solo es un asunto de la famosa brecha laboral o de conceptos como el techo de cristal o el piso pegajoso, cada vez más presentes en las páginas de negocios y en los manuales de perspectiva de género de las compañías que buscan una imagen asociada a lo políticamente correcto.

Se trata de cómo todo este entramado afecta la salud mental de las mujeres y, por lo tanto, su productividad y capacidad para desarrollarse en plenitud. El síndrome se llama burnout y se refiere al desgaste físico, psicológico y emocional que podría estar relacionado directamente con ansiedad, depresión o cansancio laboral (dentro o fuera de casa).

¿Y eso es violencia de género? Sí, si consideramos que la sociedad valida y normaliza la excesiva presión a la que somete a las mujeres para sea exitosa en su vida de pareja o familiar y realizarse profesionalmente, ambos con su dosis cotidiana de culpa.

El problema se complejiza si asumimos que las fronteras son artificiales: en realidad, los espacios de la vida están conectados y lo que pasa en uno afecta a los otros. Por eso es que aquella frase que les gusta mucho a algunos empleadores de que no te lleves los problemas de la casa a la oficina y viceversa es un poco imposible de concretar. La mente es una sola y no tiene partes que se puedan apagar al gusto y automáticamente.

A lo anterior se agrega que hablar y mostrar emociones en el trabajo es asociado con debilidad, por lo que las mujeres que se encuentran en o al borde del síndrome de burnout tienen que continuar con su actividad como si dentro de ellas no hubiera un sistema a punto de colapsar.

No todo es malo. Afortunadamente, la pandemia de COVID-19 ha dejado un buen saldo en términos de visibilización de lo importante que es la salud mental —tanto como la física— lo cual quiere decir que hay un contexto propicio para colocar en la agenda la responsabilidad de las empresas en cuanto al bienestar de las mujeres de su planta laboral.

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Ya desde la teoría de la responsabilidad social, autores como Doménec Melé han demostrado que la empresa en su actuación está llamada a producir no sólo efectos económicos positivos sino también sociales.

El reto actual es visibilizar que este problema existe en las estructuras laborales: nombrarlo. Y para ello, como en toda estrategia de change management, es indispensable el impulso desde las posiciones de liderazgo. Me atrevo a decir que ya no se puede hablar de responsabilidad social si no se integra esta dimensión.

Vamos hacia un objetivo que trasciende el pago igual por trabajo igual, programas de carrera para mujeres o prestaciones que fomenten la crianza equitativa. Hablamos de que todas y todos podemos (y debemos) construir un entorno seguro para la salud mental de las mujeres y, por lo tanto, libre de cualquier forma de violencia.

Nota del editor: María Elena Esparza Guevara es Maestra en Desarrollo Humano, egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford y fundadora de Ola Violeta A.C. Síguela en LinkedIn y/o en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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