Me ha pasado y he vivido las consecuencias. Por eso pienso que necesitamos entender que la falta de límites y querer estar siempre para los demás nos lleva al agotamiento y a sentirnos rebasadas. Esto debe cambiar y para ello saber poner límites saludables es esencial.
Por cierto, me llamó la atención que el pasado 14 de febrero vi más publicaciones en torno al amor propio y el autocuidado. ¿Has notado que estos conceptos han estado más presentes desde la pandemia? Pues un eje fundamental para aplicarlos es aprender a poner límites.
En tu caso ¿comunicas a los demás tus necesidades de forma asertiva?
Sí, lo sé, es difícil porque pensamos que decir que no es cruel. Pensamos que para ser una buena persona tenemos que decir que sí a todo.
Pero en realidad solo si aprendes a decir que no tendrás el tiempo que buscas para ti. Mejorarás tus relaciones, tus amistades, tu dinámica familiar, la armonía entre el trabajo y tu vida personal y -en consecuencia- tu salud mental.
Ser una persona feliz implica saber cuándo decir que no y cuándo decir que sí. Esto es esencial para sentirte cómoda en el momento de interactuar con los demás.
Los límites asertivos tienen muchos beneficios: son una práctica para cuidar bien de ti, definen los papeles en las relaciones, comunican qué comportamientos son aceptables e inaceptables en tus vínculos con otros y son una manera de pedir a los demás que estén ahí sin renunciar a tus necesidades.
Aquí hay algunas ideas para que comiences a ejercitar el músculo del establecimiento de límites. Pensemos en un área de tu vida: tu trabajo.
1. Evita el efecto bola de nieve. Desde el inicio establece tus límites, ya que de otra manera los asuntos que no te gustan crecerán de manera desproporcionada y después será más difícil poner límites. Exprésalos de una manera respetuosa desde el momento en el que surge el problema: “no quiero”, “no puedo” o “no me gusta”.
Si no lo haces, tarde o temprano manifestarás a tus compañeros y tu jefe actitudes desgastantes como el resentimiento. Recuerda, lo que no se expresa se actúa.
2. Muestra a los demás tu necesidad de que respeten tus límites. No tiene que ser de una manera impositiva. Por ejemplo, puedes poner en contexto a la otra persona: “mira, si ambos ponemos límites es una manera de crear transparencia entre nosotros y que ambos nos sintamos seguros”. Cabe aclarar que esto funcionará si tú eres consistente en respetar tus límites y los de los demás.
3. Aprende a poner límites a tu jefe. Algunas veces, la personalidad de quienes tienen este cargo no se presta mucho para establecer límites. También quizá no tienes claro cómo expresar tus necesidades; y por supuesto da temor que te etiquete como conflictiva y que esto pueda dañar la relación.
Así que ¿qué tal ir practicando el lenguaje de los límites poco a poco? Recuerda ser clara y concreta. Por ejemplo: “necesito ayuda con la carga de trabajo que tengo, porque no puedo manejar todos los asuntos por mi cuenta” o “no me siento cómoda hablando de temas políticos en el espacio de trabajo”.