En realidad, se llama positividad tóxica y ocurre cuando, ante la adversidad, buscamos evadir las emociones desagradables. Es una manera inconsciente de ‘protegernos’. Como avestruz que al meter la cabeza en el agujero, cree que los problemas desaparecerán.
En el trabajo, por ejemplo, si alguien atraviesa un duelo o expresa su molestia por algo la reacción de la mayoría es decirle ‘intenta ser positiva’. Cada vez que alguien menciona esto básicamente le está diciendo ‘Estás mal por sentir lo que estás sintiendo’.
Quien recibe estos mensajes, lejos de sentirse motivada siente culpa o vergüenza por no poder manejar su situación. Para colmo, las mujeres cargamos con algo más: el estigma de que al compartir nuestras emociones en ambientes de trabajo solemos ser etiquetadas como incómodas, intensas o dramáticas.
La positividad tóxica dentro de un equipo de trabajo crea un clima en el que los integrantes no pueden ser honestos en relación a cómo se sienten. El riesgo de ello es que a la larga pueden ocurrir dos cosas: la persona se aislará hasta no poder contenerse y explotará o recurrirá a quejarse de la situación con el resto del equipo.
Además, frases ‘motivantes’ como “querer es poder”, “no hay imposibles”, “la actitud es lo único que importa”, “si yo pude, tú puedes”, reflejan una ausencia total de empatía cuando se dicen a una persona que está atravesando por un problema. La actitud sí es importante pero no es lo único.
Hay muchos factores que influyen para que una persona logre una meta. No podemos comparar un proceso con otro porque cada persona tiene fortalezas y contextos diferentes.
Lo sé, son frases que decimos sin reflexionar en su trasfondo y salen de un deseo genuino de ayudar para que la persona esté mejor, pero el resultado es contraproducente.
Entonces ¿qué sí ayuda?
La solución en estos casos es escuchar más que hablar. Entrar en contacto con el lado más humano para que la persona se sienta cómoda expresando sus emociones y hablando de cualquier dificultad. Pero esto implica que las mismas líderes se quiten el rol de ‘inquebrantables’ y reconozcan sus emociones al momento de enfrentarse a los problemas. Predicar con el ejemplo, ser capaz de ser honesta y compartirlo puede animar al resto del equipo a abrirse también. Está bien no estar bien todo el tiempo.