Por otro lado, en palabras de Jonathán Torres se ha experimentado un “alarmante crecimiento del burnout”, también conocido como estrés laboral crónico. Tanto hombres como mujeres pueden padecer este tipo de agotamiento. No obstante, este fenómeno tiende a afectar de forma desproporcionada a las mujeres por las responsabilidades que tenemos a nivel personal.
Una mujer que trabaja en la economía remunerada de tiempo completo dedica, en promedio, 25.7 horas a la semana al trabajo doméstico, cifra que dividida entre los siete días de la semana equivale casi a tener otro empleo de medio tiempo, ¡pero sin pago!
El desbalance de tareas no remuneradas sumado a un contexto económico adverso explica por qué muchas mujeres han regresado al mercado laboral bajo esquemas más flexibles o permanecen en sus empleos, pero con un desgaste emocional mayor.
Una encuesta aplicada por la empresa Qualtrics entre agosto y septiembre 2021 a casi 14,000 colaboradores de 27 países, incluido México, las mujeres tienen una menor intención de permanecer en sus empleos que los hombres (63% contra 67%). Destaca, además, que mientras la intención de las colaboradoras individuales disminuyó 7 puntos porcentuales desde el levantamiento de 2020, aquella reportada por las lideresas de mayor rango cayó 21 puntos porcentuales (pasó de 87% a 66%). ¿Por qué?
Mi hipótesis apunta a que los trabajos de mayor jerarquía requieren una mayor inversión de tiempo y competencia, los cuales son más difíciles de balancear para las mujeres en un entorno de pandemia que es incierto y requiere más tareas en casa.