De lo que sí fui testigo fue cuando mi mamá se enfrentó al doble reto de lidiar con mi adolescencia mientras ella experimentaba cambios físicos y emocionales derivados de su proceso de menopausia. Recuerdo que me hablaba poco del tema, y hubo ocasiones en las que yo me mostré empática pero también hubo otras en las que creí que estaba exagerando. Realmente era mi ignorancia del tema la que me hacía mostrarme distante ante sus silencios.
Los años pasan y ahora que me acerco a la edad que tenía mi mamá comienzo a cuestionarme muchas ideas. ¿Qué hay de quienes no somos madres? ¿Experimentaremos la menopausia de una manera distinta? Claro, sería absurdo generalizar que todas las mujeres sin hijos la vivimos igual. Por supuesto varía ampliamente según la cultura, la comunidad y las circunstancias individuales de cada quien. Pero ¿habrá desafíos particulares para nosotras? Quizás sí.
Aquí hay un dato: el riesgo de menopausia prematura o temprana es más alto para las mujeres que empezaron sus periodos menstruales a una edad temprana y no tuvieron hijos, según
un informe liderado por la investigadora Gita D. Mishra
y publicado por la revista Human Reproduction el 25 de enero del 2017 por la Universidad de Oxford.
Este dato me hace pensar en la repercusión que esto puede tener a nivel de nuestra salud mental. Piensa en todas las mujeres que están retrasando su maternidad por diferentes circunstancias: porque actualmente sus ingresos son insuficientes, porque no cuentan con una red de apoyo que pudiera ayudarla con la crianza, porque desean encontrar una pareja para ejercer su maternidad al lado de alguien y aún no ha ocurrido. Esto tiene nombre: se llama infertilidad social.
Independientemente de si esas mujeres experimentarán una menopausia prematura o no, la realidad es que habrá un momento en el que su cuerpo no les permitirá tener hijos/as de manera biológica.
Por supuesto es completamente respetable que haya quienes eligen no ser madres, pero no des por hecho que la razón por la que todas las mujeres que no tienen hijos/as es porque no desean serlo.
Tarde o temprano la menopausia tocará a la puerta de todas nosotras, independientemente de si somos madres o no. Por eso, la educación puede ser un salvavidas: comprendamos que la menopausia es una experiencia compartida, y podemos encontrar un sentido de comunidad y apoyo.
Más allá de los síntomas físicos, cada mujer puede experimentarla de manera distinta y relacionarla con una perspectiva especial que aparentemente tiene poco que ver como el de la maternidad o la no maternidad.