Prepararse para la vejez puede ser difícil por varias razones, y para quienes no somos madres o no contamos con una red familiar cercana puede presentar ciertos desafíos que requieren creatividad y planificación para abordar de manera efectiva.
Retos como la toma de decisiones. A medida que envejecemos, tendremos que tomar decisiones importantes relacionadas con la atención médica. Por eso es importante desde ahora invertir en nuestro bienestar: mientras más inviertas en tu bienestar mental y físico, más reducirás el tiempo de dependencia de otras personas en la vejez.
Otro tema es ¿Dónde vamos a vivir? Una opción es el llamado cohousing, también conocido como vivienda colaborativa que implica que un grupo de personas se unan para crear una comunidad residencial donde comparten espacios comunes y recursos mientras mantienen sus unidades de vivienda privadas. Un caso de éxito es la Casa de las Babayagas en Francia: una anti-residencia de ancianas cuyo objetivo es que las mujeres que viven ahí tomen las riendas de su vida y se apoyen de manera colaborativa para lograr un envejecimiento digno.
Otro reto a resolver es hacer la planificación financiera; esto puede ser más desafiante sin la seguridad de un sistema de apoyo familiar. Las personas sin hijos/as debemos considerar cómo financiaremos nuestras necesidades a medida que envejecemos. Así que si estamos en un periodo laboral, ahorremos lo más posible. Y esto no necesariamente se trata de matarte trabajando (porque cuando seas vieja estarás enojada con la vida porque trabajaste demasiado y descuidaste tus relaciones personales) sino más bien de administrar correctamente tu dinero.
Y hablando de relaciones personales, recuerda que tener amistades intergeneracionales es clave para una vejez sin hijos/as óptima.
En este artículo
te explico cómo hacerlo.
Es una realidad que no tener hijos/as nos lleva a vivir experiencias que nos aportan aprendizajes distintos de quienes sí son madres y justo uno de ellos lo encontré en la tesis de Beatriz Rodriguez Gutierrez “Mujeres, envejecimiento y no maternidad”.
Entrevistó a mujeres chilenas mayores de 60 años que no han tenido hijos/as y sus conclusiones me llevan a reflexionar que quizá las mujeres que no somos madres tenemos la oportunidad de desarrollar una mejor relación con la soledad y la autonomía porque nos habituamos con estas condiciones desde etapas tempranas.
Me refiero a que quienes son madres también experimentan soledad, pero años más adelante, cuando los hijos crecen y abandonan el nido. En relación a su autonomía, también la retoman conforme sus hijos/as crecen.