En los últimos años la agenda de las mujeres se ha enfocado en la colaboración, solidaridad, entendimiento mutuo, eso es sororidad. Hemos marchado, alzado la voz y volteado a ver a nuestras más cercanas: amigas, compañeras, colaboradoras, líderes.
Y es que las mujeres somos nuestras mejores aliadas como impulsoras del talento femenino. Sobre todo cuando trabajamos en industrias en las que predominan los hombres.
En el ámbito laboral, al ser conscientes de los obstáculos, retos y desafíos que enfrentamos, debemos ser las principales creadoras de oportunidades de crecimiento para otras mujeres.
Las que tenemos la oportunidad y la responsabilidad de ser líderes, tenemos una responsabilidad en contribuir a que otras mujeres alcancen su potencial, compartir nuestras experiencias y aprendizajes para que cada una se sienta segura de su camino y potencie su talento, siempre formando una red de apoyo basada en la empatía.
Es crucial que las mujeres nos unamos y apoyemos mutuamente para romper los estereotipos de género y promover la equidad. Esta idea que a veces se tiene sobre la competencia o rivalidad entre mujeres, es cada vez más un mito o una falsa creencia.
La cultura de colaboración y solidaridad, que celebra el éxito y el logro entre mujeres y por las mujeres, nos alienta a pensar que cada día más la agenda en torno a la brecha de género, pendiente de acotar, es posible y que el ejercicio de reconocimiento a otras mujeres es hoy una práctica diaria en diversas esferas de la vida pública.
Las mujeres hoy impulsamos a otras mujeres a perseguir sus metas, atender su curiosidad profesional y a descubrir nuevos desafíos que son capaces de conseguir, porque contamos con las habilidades de enfrentar los retos que se nos presentan.
Celebremos nuestras victorias con(juntas). Los logros y avances que tenemos en nuestra carrera profesional o en lo académico, o en el servicio público, o en la lucha desde una ONG ese trabajo que hacemos no solo son logros individuales, sino un paso más para todas.