Antes solía pensar que mujeres y hombres en el campo laboral éramos iguales, así que los temas de equidad no los veía como algo necesario. Sin problema es irrelevante una solución. Pero al poco tiempo de mi carrera profesional entendí que sí existe una distinción y es súper clara para quien tiene un poquito de empatía y sentido común.
Extrañamente, y digo extraño porque es inusual, la mayoría de mis superiores en el trabajo fueron mujeres. Muchas de ellas me dejaron grandes lecciones que aprendí con gusto y otras tantas por necesidad. No quiero ser malinterpretado, simplemente puntualizo que uno de los grandes temas pendientes en el mundo laboral es el liderazgo femenino.
Las mujeres que llegan a estos espacios lo hacen escalando un entorno hostil y algunas veces eso se ve reflejado en su liderazgo. La buena noticia es que cada vez más las empresas no permiten liderazgos fraccionados y buscan siempre un clima laboral favorable, donde importan las personas y los resultados.
Sin quitar el dedo de llaga, hay un mundo que no deja liderar a las mujeres y que tampoco les enseña cómo hacerlo. Sheryl Sandberg, quien fue directora operativa de Facebook, en su charla ¿Por qué tenemos muy pocas mujeres líderes? dio una respuesta que me parece muy interesante.
Para que una mujer busque una posición de liderazgo espera tener al menos 80% de las habilidades que requiere el puesto, un hombre con el 50% ya se apunta. Esto porque el entorno de trabajo es muy duro con ellas, les exige más, ser mejores y si fallan las juzga terriblemente; a un hombre no.
Lecciones de vida
Otra anécdota que recuerdo mucho le ocurrió a una mujer que quiero y admiro profundamente. En una ocasión, asistiendo juntos a un evento de inversionistas donde ella era una de las inversionistas más relevantes, fue acosada por el guardia de seguridad del hotel. En el momento me pareció inconcebible y pensé: ni en un espacio de personas poderosas, donde una mujer es una de esas personas, puede salvarse del acoso y la misoginia, si no es ahí, ¿entonces dónde?