Pero las mujeres no solo tenemos que lidiar con las expectativas de nuestro entorno laboral, también debemos lidiar con el entorno social, lo que significa cumplir con lo que se espera de cada una por ser mujer. Y sorprendentemente en pleno siglo XXI las cosas no han cambiado mucho. Debes casarte, tener hijos, hacerte cargo de la casa y, ahora sí, sumamos haber estudiado y tener una carrera laboral.
Cada una se desglosa en un montón de “pequeñas” expectativas que se deben cumplir. Por ejemplo, la norma marca que para ser una buena madre se debe amamantar y, por algún extraño motivo, cualquier mujer de tu circulo o desconocida puede opinar sobre la forma en la que decides alimentar a tus hijos; hay que ser mamá presente, por supuesto habrá quien opine de la importancia de la crianza positiva y quien crea que las prácticas de golpes y castigos eran mejores. Debes tener tiempo para ser una buena esposa y cumplir con lo que esto significa y por supuesto no dejar de lado leer, hacer ejercicio y ver a tus amigas.
Es importante mencionar que para lograr todo esto uno tiene que sortear toda serie de obstáculos que el gobierno, el entorno laboral y la sociedad te ponen. El gobierno eliminó las estancias infantiles y las escuelas de tiempo completo, así que si no tienes seguridad social necesitas tener el recurso para ver quién o dónde cuidan de tus hijos. Pocos trabajos ofrecen flexibilidad para que las mujeres puedan salir a recoger a sus hijos a las 2:00 pm y trabajen desde casa mientras al mismo tiempo los cuidan.
¿Lactancia? No importa qué tan demostrados estén los beneficios de la lactancia materna o el interés que tenga la madre, una vez más las leyes, políticas públicas y políticas laborales no están hechas para apoyar a las madres a que sigan con la lactancia, en el mejor de los casos las que tienen seguridad social podrán hacerlo por tres meses, las que no…. quién sabe.
Pero llegamos al último y al más duro juez, nosotras mismas. Nosotras nos hemos convencido de que tenemos que ser esa mujer maravilla, estar embarazada, hacerte cargo de tus otros hijos e hijas, trabajar jornada completa pero estando presente, que la casa funcione y no falte nada, ser esposa, hermana, hija, amiga etc., etc., cumplir con doble o triple jornada, pocas horas de sueño y descanso, mucho estrés y muchas expectativas propias y ajenas.
Con muy poco apoyo del gobierno, poco apoyo social, sobre todo si las mujeres de tu alrededor están en el mismo estado y con hombres que en el mejor de los casos “ayudan” a las labores domésticas, pero aún no se comprometen en equidad.
Hoy las mujeres esperamos demasiado de nosotras y lo que estamos logrando es un desequilibrio brutal que nos está costando enfermedades y un altísimo riesgo en salud mental y esto en consecuencia pone en riesgo a nuestras hijas, hijos, familia, nuestro trabajo y por supuesto nuestra realidad social.
Necesitamos empezar a entender desde lo personal y lo social que no existe la mujer maravilla, debemos dejar de exigirles a otras mujeres y a nosotras mismas cumplir con esos estándares. A las que somos madres nos toca educar con un cambio de mentalidad en una verdadera equidad, a las que somos jefas o tenemos puestos de dirección a ser empáticas y abrir espacios mucho más flexibles donde podamos apoyarnos entre nosotras. Como sociedad nos toca pedirle al gobierno que genere leyes y políticas públicas que nos permitan cumplir con cada uno de los roles que escojamos.