El techo de cristal existe y toparse con él es todo un desafío. Las mujeres que han logrado colocarse al frente de una organización han tenido que enfrentar múltiples batallas tanto al interior de la empresa como en su familia y en la sociedad.
El estudio La participación laboral de la mujer en México de World Bank Group afirma que dicha situación tiene una percepción social poco alentadora, pues a pesar de que los mexicanos coinciden en que “tener un trabajo es la mejor manera de que una mujer sea una persona independiente”, las responsabilidades domésticas tienen más peso que las profesionales, incluso aquellas mujeres que destinan más tiempo y esfuerzo a su desarrollo profesional son percibidas como “malas madres”, lo que deriva en sentimientos de vergüenza, exclusión, ansiedad o culpa.
Si bien no todas las trabajadoras o líderes son madres, para ellas sí existe un abismo entre la maternidad y el desarrollo profesional, cosa que no sucede con los hombres. Para una mujer la maternidad es un factor que incide en su liderazgo, para el hombre no.
Ya que las altas posiciones requieren de mayor tiempo y dedicación, muchas mujeres se bajan de la carrera aún antes de empezar y quienes deciden seguir perciben que ‘sacrifican’ más que ellos.
Líder todoterreno
¿Pero son estas mujeres líderes quienes enseñan a otras a liderar? A pesar de que muchas mujeres aprenden del liderazgo masculino y sus compañeros de trabajo son un apoyo fundamental, el liderazgo femenino tiene su origen en otra mujer, que incluso sin ostentar un cargo empresarial, es líder al interior de su hogar o en su círculo cercano.
Las madres trabajadoras, las estudiantes que se superan, aquellas que estudian carreras con poca participación femenina, las que practican un deporte de alto rendimiento, las amigas, hermanas y madres que motivan e inspiran, todas ellas también son líderes. Una mujer es una líder todoterreno.