La temporada de fiestas decembrinas llega cada año con una doble cara: por un lado, las empresas promueven la convivencia y el espíritu navideño; por otro, miles de mujeres calculan estrategias de supervivencia para atravesar posadas, cenas y brindis sin convertirse en blanco de acoso.
Posadas de terror en el Guadalupe-Reyes del acoso
Lo que poco se contabiliza es el costo económico de esta realidad. Cuando una mujer decide no asistir a la fiesta de fin de año para evitar al jefe que se “pone cariñoso” después de tres copas, no solo se pierde el ponche: renuncia a la oportunidad de estar en conversaciones informales donde se mencionan ascensos, se tejen alianzas y se decide quién será considerada para el proyecto estrella del siguiente año.
De acuerdo con un estudio de Harvard Business Review, entre el 60 y el 90% de las decisiones laborales importantes se toman fuera del horario formal de oficina, en espacios como comidas, eventos deportivos o fiestas corporativas. Para las mujeres que evitan estos espacios por seguridad, esta estadística representa una barrera invisible pero determinante. Como documenta el reciente reporte de Ola Violeta, “Maratón Guadalupe Reyes… del acoso”, estos eventos se han convertido en entornos comunes para el acoso sexual, donde se diluye la frontera entre tiempo de trabajo y libre, pero se mantiene intacta la jerarquía amenazante.
El impacto se traduce en trayectorias truncadas. Las mujeres que evitan estos eventos son percibidas como menos comprometidas, menos sociables o poco dispuestas a formar parte del equipo. Consecuencias: menos promociones, proyectos de menor visibilidad, exclusión de mentorías informales y estancamiento salarial. La brecha salarial de género en México, que según el Inegi se ubica en 16%, no se explica solo por diferencias en educación: también se alimenta de estas dinámicas donde el acoso funciona como mecanismo de exclusión económica.
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Según el Instituto Europeo de la Igualdad de Género, el 31% de las mujeres trabajadoras en Europa ha sufrido acoso sexual en el trabajo, cifra que asciende al 42% entre jóvenes de 18 a 29 años. Por su parte, la Comisión Australiana de Derechos Humanos documentó que el 41% de las mujeres ha experimentado acoso en los últimos cinco años, muchos episodios en fiestas de fin de año con alcohol. El problema es que estos espacios, que las organizaciones presentan como opcionales y de camaradería, funcionan a veces como extensiones no oficiales del espacio laboral donde se consolida el poder y se distribuyen oportunidades.
Para las empresas, el costo también es considerable. La rotación de personal femenino por ambientes laborales hostiles implica gastos en reclutamiento, capacitación de reemplazos y pérdida de conocimiento institucional. Un estudio de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo señala que las organizaciones con altos índices de acoso sexual experimentan disminución en la productividad, aumento en el ausentismo y deterioro del clima laboral que afecta a todos los trabajadores. En Australia, se estima que el acoso sexual le cuesta a las empresas millones de dólares anuales en litigios y daño en su reputación.
Más grave aún es la fuga de talento. Las mujeres jóvenes y altamente capacitadas, quienes representan una inversión significativa en formación, abandonan empresas donde el acoso es tolerado o minimizado. Como se señala desde Ola Violeta en el reporte decembrino, esto tiene un impacto económico que no debería pasarse por alto: carreras profesionales terminan silenciadas, marginadas o destruidas por comportamientos sexuales no consentidos.
La paradoja es cruel: las mismas fiestas diseñadas supuestamente para fortalecer la unión del equipo terminan siendo el escenario donde se profundiza la desigualdad de género. Mientras no existan políticas claras de tolerancia cero, protocolos específicos para eventos fuera de la oficina y consecuencias reales para los agresores, las posadas seguirán siendo para muchas mujeres no una celebración, sino un campo minado que deben atravesar o evitar, pagando en ambos casos un precio profesional que ningún aguinaldo compensa.
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Nota del editor: María Elena Esparza Guevara es fundadora de Ola Violeta A.C. Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP y egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres de la Universidad de Oxford. Síguela como @MaElenaEsparza Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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