La dependencia económica atraviesa diferentes formas de violencia de género; está, muchas veces, en su centro. Por eso, no es casualidad que la dependencia financiera sea uno de los principales factores que mantienen a las mujeres atrapadas en ciclos de agresión.
Autonomía económica, el mejor emprendimiento
Según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares del Inegi, en México, el 70.1% de las mujeres de 15 años y más ha enfrentado al menos un incidente de violencia a lo largo de su vida, y la dependencia económica se identifica como una de las barreras más significativas para que las víctimas puedan salir de estas situaciones que en ocho de cada 10 casos ocurren en el propio hogar.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del segundo trimestre de 2025, la tasa de participación económica de las mujeres fue del 45.6%, mientras que la de los hombres alcanzó el 75.4%. Esta brecha no solo refleja las limitaciones en el acceso al mercado laboral, sino también la persistencia de roles de género que orillan a las mujeres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. El mismo Inegi estima que si este trabajo fuera valorado monetariamente, equivaldría al 23.3% del PIB nacional.
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No es solo una cuestión de ingresos; la falta de autonomía económica implica la imposibilidad de tomar decisiones sobre la propia vida, de construir proyectos personales y de ejercer plenamente los derechos. Una mujer que depende económicamente de su pareja tiene menos posibilidades de abandonar una relación violenta, menor capacidad de negociación en el hogar y mayores probabilidades de sufrir violencia patrimonial.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe ha documentado que la autonomía económica es un factor protector fundamental contra las agresiones de género, el gran tema de este mes que contiene al 25N, emblema de la lucha global por erradicarlas.
Las fechas se intersectan también porque cada 19 de noviembre se conmemora el Día de la Mujer Emprendedora y quizá la coincidencia no es casual. Pero emprender para nosotras es más difícil, para empezar porque al encontrarnos mayormente desde la informalidad el sector bancario se vuelve inalcanzable. Piensa, o quizá seas tú misma, en una mujer con una gran idea de negocio; va al banco a pedir un crédito y le piden aval, comprobante de nómina, mil requisitos más. Quedan pocas opciones y por eso los famosos Montadeudas tienen entre sus víctimas en 7 de cada 10 casos justamente a mujeres, de acuerdo con datos del Consejo Ciudadano de la CDMX.
En este contexto, iniciativas como el Programa Autonomía Económica de las Mujeres del Gobierno de la Ciudad de México representan esfuerzos concretos para transformar el acceso a oportunidades a través de estímulos como capital semilla, microcréditos, vinculación laboral y acompañamiento feminista. Está claro que el acceso a recursos financieros es fundamental, pero sin formación técnica, mentoría y fortalecimiento de la conciencia sobre derechos se vuelve insuficiente.
Experiencias internacionales como el modelo Graduation, implementado por el Bangladesh Rural Advancement Committee (BRAC) en ese país y replicado en más de 50 naciones, así como los programas de ONU Mujeres en América Latina, demuestran que los programas de autonomía económica más efectivos son aquellos que adoptan un enfoque integral. No basta con otorgar un crédito o facilitar un empleo; es necesario acompañar a las mujeres en su proceso de empoderamiento económico con herramientas que les permitan sostener y hacer crecer sus proyectos. Esto incluye capacitación en gestión financiera, acceso a tecnologías digitales, formación en sectores estratégicos y, fundamentalmente, espacios de reflexión que fortalezcan su autoestima y reconocimiento como generadoras de valor.
Las mujeres en situación de mayor vulnerabilidad, como madres solteras, mujeres indígenas, víctimas de violencia de género, mujeres en la informalidad, adultas mayores y mujeres con discapacidad, requieren atención prioritaria. Para ellas, la autonomía económica no es solo una aspiración de desarrollo personal, sino una herramienta de supervivencia y liberación.
El 25N nos convoca a visibilizar todas las formas de violencia contra las mujeres y la económica es de las más invisibilizadas, aunque igualmente devastadora. Trabajar por la autonomía económica de las mujeres es el mejor emprendimiento social rumbo a la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible asociados con igualdad de género.
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Nota del editor: María Elena Esparza Guevara es fundadora de Ola Violeta A.C. Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP y egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres de la Universidad de Oxford. Síguela como @MaElenaEsparza Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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