Con el paso de los días, y ya muchas notas publicadas, tuve la oportunidad de conocer a decenas de mujeres poderosas, con intenciones, preocupaciones, con propuestas, proyectos, con dudas compartidas en algunos casos, pero particulares en otros.
Con paciencia y mucha pedagogía, ellas y otros expertos aliados a la causa me han explicado lo que necesito saber para conocer más de diversas industrias, pero también de sus mundos personales y las circunstancias que han atravesado para llegar hasta donde están y cómo han acompañado a otras mujeres en su travesía.
Como mujer heterosexual de clase media, que ha vivido toda su vida en una ciudad, conocerles ha sido una experiencia multifacética porque en ocasiones me sentí ajena a universos expuestos en Expansión Mujeres; en otras, sentí una culpa de privilegio por no haber sufrido o vivido lo mismo que algunas de mis entrevistadas.
Estos escenarios plantearon dilemas internos de corte ético, de corte técnico, pero también desde la perspectiva feminista y personal, pues aunque nunca se ha buscado hacer periodismo militante en este espacio, sí existe la consciencia sobre la responsabilidad que se tiene al ser un escaparate directo para cambiar y mejorar la situación de mujeres profesionistas, pero también de las que no lo son ni quieren serlo.
Las conversaciones sobre límites, sobre errores cometidos por esta persona quien vive feliz de escribir, sobre cambios de tuerca en la línea fueron constantes en este año, y seguirán porque Expansión Mujeres es una trinchera en construcción y con todo el espacio para mejorar como una oferta editorial, pero también como un esfuerzo franco para aportar valor en un proceso de cambio cultural a favor de las mujeres.
¿Escribir sobre género y con perspectiva de género es sencillo? No lo es, porque no siempre es fácil quitarse la camiseta de feminista, no es algo simple aceptar sin prejuicios otras perspectivas, porque no siempre hablo de los temas que me gustaría.