La proporción de hombres y mujeres por estado civil difiere muy poco. Por ejemplo, 56% de las mujeres tenían una pareja en 2020, cifra similar a 59% de los hombres. No obstante, la
situación conyugal
marca diferencias entre sexos cuando se analizan indicadores relacionados con el mercado laboral. A continuación, algunas estadísticas que delinean las brechas que enfrentan las mujeres con pareja:
· Menor acceso a empleos. Solo 24% de las mujeres casadas en edad productiva (entre 15 y 64 años) trabajaban en 2020, en contraste con 84% de los hombres casados de la misma edad, según el último Censo de Población y Vivienda.
· Menores ingresos propios. Del total de mujeres casadas, casi 56% recibió ingresos corrientes en 2020 -incluye salarios, transferencias y remesas-, cifra menor a 81% de las mujeres separadas, divorciadas o viudas, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH).
· Mayor brecha salarial de género. La ENIGH también encontró que por cada 100 pesos que gana un hombre soltero, una mujer soltera gana más de 108. Sí, leyó bien, ¡ellas ganan más! En contraste, por cada 100 pesos que gana un hombre con pareja, una mujer con pareja gana solo 85.
Estas cifras sugieren que el amor -o el desamor- y todo lo que esto conlleva, pueden ser determinantes para que las mujeres alcancen autonomía económica. ¿Por qué sucede esto?
Las mexicanas creemos en la igualdad en casa. En 2016, como parte de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), 7 de cada 10 mujeres mayores de 15 años afirmaron estar de acuerdo en que hombres y mujeres son igual de responsables para llevar dinero a casa y ejecutar las tareas de cuidados. No obstante, en el día a día, el trabajo no remunerado recae principalmente en las mujeres.
Uno podría pensar que esta situación es parte de un equilibrio eficiente al interior de las parejas, de forma en que una persona pueda trabajar de tiempo completo por un mayor ingreso mientras la otra atiende las -infinitas- necesidades de la casa. Lo malo es que esta realidad deja en una posición vulnerable a las mujeres casadas o unidas que quisieran trabajar de forma remunerada. Además, limita el
potencial económico
de los hogares y del país al desaprovechar el talento de la mayoría de las mujeres.