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Lo que he aprendido trabajando en una empresa de mujeres

Si en algún momento me había preguntado si realmente la vida se vive tan diferente del otro lado de la cancha, ahora sé que sí, señala Javier Tuirán.
jue 25 noviembre 2021 11:59 PM
Lo que he aprendido trabajando en una empresa de mujeres
Enfrentar situaciones ‘cotidianas’ de trabajo desde una óptica diferente enfocada en cómo lo que hago (hacemos) afecta, ayuda o empodera a millones de mujeres, revela con su experiencia Javier Tuirán.

(Expansión Mujeres) - Muchas veces, como hombre, es difícil imaginarnos cómo se siente ser parte de la minoría, particularmente en el mundo corporativo. Yo, por lo menos, no lo había hecho mucho a lo largo de los últimos años. Sin embargo, desde hace unos meses, estoy inmerso en lo que para muchos podría ser un mundo al revés: la empresa en la que trabajo es una empresa de mujeres.

Mujeres son la mayoría de la junta de consejo, el equipo ejecutivo de liderazgo global y los puestos de más alta dirección en casi todas las áreas; mujeres son nuestro mercado principal; y mujeres son la mayor parte del equipo regional del cual formo parte en América Latina.

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Aunque siempre me he considerado un ‘aliado’ de la igualdad de género, mi experiencia ha sido reveladora y, al mismo tiempo, una importante lección de humildad. Enfrentar situaciones ‘cotidianas’ de trabajo desde una óptica diferente enfocada en cómo lo que hago (hacemos) afecta, ayuda o empodera a millones de mujeres en el mundo, ha desarrollado un nuevo lente a través del cual veo las cosas. Si en algún momento me había preguntado si realmente la vida se vive tan diferente del otro lado de la cancha, ahora sé que sí.

Pongo un ejemplo muy concreto. La empresa en la que trabajo se creó después de que Whitney Wolfe Herd, CEO y fundadora de Bumble, vivió en carne propia la cara más fea del Internet, siendo objeto de agresiones y acoso en línea. De ahí nació su misión de ayudar a crear espacios más seguros y sanos para establecer cualquier tipo de conexión, así como la idea de que las mujeres dieran el primer paso para que tuvieran control sobre el tono de sus relaciones partiendo de la premisa de que cuando se mejoran las condiciones para las mujeres, se mejoran las cosas para todos.

Algunos podrían preguntarse, ¿de verdad Internet es más agresivo para las mujeres que para los hombres? Lo es, en efecto. Este año, El Colegio de México publicó un análisis de los mensajes recibidos en las cuentas de Twitter de la analista Denise Dresser y Beatriz Gutiérrez, esposa de Andrés Manuel López Obrador. El resultado no podría ser más claro: 95% de los mensajes que ambas recibían eran negativos. No se atacaba el contenido de sus publicaciones sino elementos inherentes de su identidad, personalidad, apariencia física o ideas como mujeres académicas y profesionales.

Hoy me queda claro que hay una desconexión en términos, lo que es agresivo para las mujeres no es considerado tal por los hombres. Hablar por encima de una mujer en una reunión; invalidar su reacción ante una situación, descartarla y tacharla de ‘emocional’; e, inclusive, apoderarse de sus ideas, es una agresión. Como lo es también definirla a partir de su apariencia física, enviarle fotos de desnudos que no solicitó (¡muchas veces con la esperanza de ser correspondido!) o atacarla porque no se comporta como uno espera o desearía, entre muchas, muchas más.

La empresa donde trabajo intenta poner su granito de arena para ayudar a corregir eso. Ha prohibido completamente el bodyshaming en su aplicación y, a través del uso de inteligencia artificial, ha bloqueado automáticamente el envío de imágenes lascivas, ayudando así a que las mujeres elijan si quieren o no recibir fotos provocadoras, por mencionar algunas acciones.

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Es claro que este es un problema de todos y no solo de una empresa o de las mujeres. La ecuación tiene que cambiar y los hombres tenemos que ser parte activa de esa transformación.

Veamos todos a través del espejo de género. Dejemos de llamar “feminazis” a aquellas que expresan sus ideas en voz alta y no dudan en defenderlas y tengamos pláticas a profundidad con las mujeres que nos sean más allegadas. Escuchemos atentos para luego cuestionarnos. ¿Qué se siente preguntarse a diario qué ropa ponerse para no ser manoseada y evitar comentarios lascivos en la calle o miradas que desnudan en la oficina? ¿Qué se siente que te insulten porque no respondes a un “halago” de un perfecto extraño o “colega”? ¿Qué se siente imaginar lo peor cuando tu amiga, hermana, hija, mamá, o esposa/novia no contestan el celular a la primera o no llegan a la hora anticipada?

Sobre todo, ¿qué puedo hacer yo para que este sea un mundo más parejo y amigable con la mitad de la población? Y no porque “podría ser mi hermana/mi esposa/mi hija” … sino porque es lo que merecemos todos, lo que merece otra persona igual a mí.

No solo este 25 de noviembre o los días 25 de cada mes ( Días Naranja , por cierto), sino los restantes 353 días del año.

Nota del editor: Javier Tuirán es Director de comunicaciones para América Latina de Bumble. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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