El objetivo de esta narrativa se centra en recuperar lo perdido durante los peores meses de confinamiento y contagios. Sin emba rgo, al acotarlo de esta manera, se corre el riesgo de asumir que el mercado laboral previo a la pandemia no tenía falla alguna; se corre el riesgo de no identificar que la pandemia funcionó como un catalizador de los problemas que este mercado ya presentaba mucho antes del coronavirus.
Uno de los retos a los que el mercado laboral mexicano se enfrenta es la participación laboral. La tasa de participación laboral, o participación económica, es el porcentaje que representa la población económicamente activa (PEA) respecto a la de 15 y más años de edad. Para ser parte de la PEA es necesario que la persona se encuentre ocupada en un empleo, o bien, esté en búsqueda activa de este. La tasa de participación laboral ayuda a medir el potencial del mercado laboral, además de que esta responde a las salidas de la fuerza laboral durante periodos críticos.
Para el último trimestre de 2021 este indicador se estimó en 59.7% —muy cerca del 59.9% registrado en el primer trimestre de 2020. Pero este escenario todavía está muy por debajo del 75% que el nuevo
#SemáforoEconómico de participación laboral
de México, ¿cómo vamos? establece como meta. Si desagregamos este indicador por sexo, el rezago es aún mayor. Al cuarto trimestre de 2021, la tasa de participación de los hombres es de 76.4%, mientras que la de las mujeres es 44.7% —una brecha de casi 32 puntos porcentuales.
Aspirar a regresar al 45.05% de participación laboral femenina sería conformarnos con muy poco; sobre todo al observar que la tasa de participación de las mujeres en México es menor al promedio mundial de 49% (OIT) e incluso menor al promedio de Latinoamérica. Por ello, la meta del nuevo
#SemáforoEconómico de la brecha a razón de sexo en participación laboral
es eliminar la brecha.