Visualicémonos en una junta de equipo, en la que mayormente hay mujeres. El líder llega y dice “¡Hola, chicas!” o “Niñas, hay que hacer esto”; ¿te suena? Es altamente probable que, a diferencia del primer caso, sí hayas escuchado este tipo de expresiones. Entonces, la pregunta es: ¿Cuál es la diferencia? ¿Porqué, sin considerar su nivel ejecutivo o actividad, sí se usan esas palabras con las mujeres?
Culturalmente es importante analizar cómo utilizamos los términos, la señal que enviamos con ellas y lo que significan, no sólo para nosotros, sino para quienes las escuchan, especialmente en el contexto en el que son dichas. Por ejemplo, en el ámbito personal, los diminutivos, apodos y palabras de cariño son frecuentes y todos las recibimos con aprecio y alegría; sin embargo, en el terreno profesional debemos estar doblemente conscientes del impacto de nuestras expresiones, ya que es un espacio completamente distinto.
“Chicas” es una forma relativamente “común” de llamar a las mujeres en el trabajo, entonces revisemos qué implica el concepto. “Chica”, como lo define la Real Academia de la Lengua, es una persona de corta edad, una hija o incluso una persona que realiza trabajos subalternos en oficinas o comercios; el término proviene del latín ‘ciccum’ que significa “cosa de poquísimo valor”. ¿Es esto realmente lo que queremos decirle a nuestro equipo? ¿Es la expresión ideal al interactuar? ¿Es la forma correcta de dirigirte a tus compañeras? La respuesta, a todas luces, es no.
“Niña” por su parte, se define como persona que tiene poca experiencia, que tiene pocos años o como una persona que sigue soltera, aunque tenga muchos años. Si eso quisieras decirle a una colega, habría que analizar el tipo de liderazgo existente y lo que hay que corregir; pero tenemos la certeza de que quien aspire a respetar a los otros, impulsarlos y fomentar un ambiente de igualdad, evitará totalmente estas expresiones.
Es relevante decir que en gran parte esta situación resulta de actos inconscientes, y por ello reviste más importancia; es decir, en ocasiones se usan palabras sin comprender lo que implican o simplemente porque han sido de uso frecuente en la sociedad. En mi experiencia en sesiones de entrenamiento con ejecutivos, la clave está en revisitar nuestros patrones de uso de lenguaje -esos que aprendimos desde que éramos pequeños- y traer a consciente la manera en que nos comunicamos. En cuanto caemos en la cuenta, podemos comenzar a modificarlo.
¿Cómo cambiarlo en el día a día? Escuchándonos a nosotros mismos, poniéndonos en los zapatos del otro/otra, y “pescándonos” cuando está por salir de nuestra boca una palabra diferente a lo que realmente queremos transmitir.
Nota del editor: Cinthia Lazcano es Directora General de Tolko Comunicación. Síguela en
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