“Cuando vas flexibilizando te das cuenta que una política de mujer, no es una política de mamá”. Señaló que se tiene que adecuar qué es una política para una mujer. No solo se trata de ofrecer flexibilidad pensando en una mujer que tiene que cuidar a sus hijos; también hay que ofrecer flexibilidad para que pueda ir al gimnasio o para estudiar una carrera o para hacer otra cosa como viajar. A partir de escuchar, se entiende quién es tu población y qué quiere.
Me parece que sería muy valioso que dentro de las políticas para mujeres se incluyeran programas de mentoría enfocados a promover una cultura de equidad de género, el liderazgo y la seguridad genuina.
La mentoría es una valiosa herramienta que ayuda a desarrollar una autenticidad que nos hace sentir confiadas para vencer las barreras a las que nos enfrentamos en la actividad profesional diaria.
Mucho del éxito de los programas de mentoría es que se basan en la relación cercana que se establece entre una persona experimentada y reconocida en la empresa y alguien recién llegada, quien es guiada para convertir sus debilidades en fortalezas y favorecer el desarrollo de su carrera de manera óptima.
Gran parte del poder de estos programas es detonado por los lazos de unión que se van creando entre las dos mujeres implicadas a fin de que quien recibe las mentorías evolucione profesional y personalmente.
En el plano profesional hay muchos temas que serían de valor dentro del programa. Para empezar: cómo detectar sesgos inconscientes que nos impiden escalar a posiciones directivas. Entre nuestros miedos, el síndrome del impostor y la sensación de que deberíamos estar más preparadas antes de levantar la mano para postularnos como candidatas para un cargo más alto, estamos dejando pasar oportunidades valiosas.
Pienso que la aversión al riesgo es otro factor que muchas deberíamos cambiar porque limita nuestro crecimiento. Necesitamos desarrollar actitudes y habilidades que nos ayuden a la toma de riesgos calculados.