Por principio, observo dos obstáculos que como sociedad lamentablemente establecemos:
1. La heteronormatividad
Este término se refiere a un régimen en el que social, política y económicamente se impone la heterosexualidad como el
único modelo válido
de
relación sexoafectiva
y de
parentesco.
Ante semejante exigencia, imagina la desconfianza que ha de generar en ellas el riesgo de estar expuestas a los prejuicios en torno a su decisión de ser madres.
Porque sí, desafortunadamente aún hay personas que consideran que debido a su orientación sexual deben permanecer sin hijos.
Este discurso está presente en muchos contextos. Erika, una amiga quien inició un proceso de adopción junto con su esposa, me compartió cómo hasta en las citas con las trabajadoras sociales se siguen protocolos heteronormativos en los que se asumen situaciones aplicables solo a parejas heterosexuales.
Por ejemplo, se da por hecho que toda pareja que desea adoptar es porque tiene un problema de infertilidad biológica, a tal grado que le preguntaron a ella y a su esposa en qué momento se habían ‘dado cuenta’ de que no podían concebir. Así nuestra incapacidad de incluir a las familias lesbomaternales, es decir, las maternidades lésbicas visibles.
2. La invisibilidad
Se observa en la prácticamente nula información sobre los caminos para la lesbomaternidad. Lo poco que he encontrado en internet es la Red de Madres Lesbianas en México. Me parece que la falta de información debe dejar a estas mujeres con un sentimiento de soledad en su deseo de ser madres. Las tenemos abandonadas con una incertidumbre sobre cómo proceder hacia la crianza de sus hijos/as.
En este sentido, Erika me compartió que en su proceso de evaluación para ser candidata a adoptar se le solicitó tomar un curso para futuras madres adoptivas.
El curso estuvo centrado ampliamente en ejemplificar la situación social de las parejas heterosexuales. Es común que las mujeres que toman estos cursos han experimentado muchos años intentando ser mamás.
Erika menciona que una de ellas le dijo: “Tú tuviste un camino más fácil porque no viviste esos dolorosos años de espera ilusionada por quedar embarazada”.
Para sorpresa de todas, Erika confesó que su tristeza inició desde que en su adolescencia, al descubrirse lesbiana, asumió que la maternidad era un anhelo que nunca lograría cumplir. En sus recuerdos tiene presente cuando su madre al enterarse de su orientación sexual le dijo “entonces, nunca tendré el gusto de ser abuela”. Ese duelo estuvo presente muchos años hasta que conoció a su actual esposa con quien decidió darse la oportunidad de ser mamá.