Este término proviene de las siglas Professional Aunt No Kids, es decir, Tías Profesionistas Sin Hijos. El concepto nació en 2007 gracias a Melanie Notkin, especialista en marketing, para denominar a aquellas mujeres sin hijos que se involucran de manera positiva en la crianza de sus sobrinos/as.
Estos pueden ser «de sangre», es decir, con quienes se comparten lazos familiares, o «por elección», es decir, hijos e hijas de amistades.
Actualmente, muchas más mujeres de las que piensas no son madres.
Hay varias causas que detonan la no maternidad:
1. Infertilidad biológica: existe una razón médica que le impide ser madre.
2. Infertilidad social: circunstancias sociales como la falta de una pareja o no reunir las condiciones familiares o materiales óptimas no le permiten ser mamá.
3. Infertilidad normativa: se considera demasiado joven para tener descendencia.
4. Infertilidad ocasionada por la edad: decide ser mamá cuando es demasiado grande biológicamente y no logra el embarazo.
5. No maternidad por elección: no desea tener descendencia.
Estas causas muestran que las mujeres que no somos madres no necesariamente es porque así lo decidimos; tampoco significa que no nos gusten los niños. Me atrevo a pensar que muchas de estas mujeres entramos en la categoría de PANK.
A mí me llena de energía involucrarme en la crianza de mi sobrinita por elección, no solo por la maravilla de conexión que se puede generar con los niños, sino también porque no está nada fácil para quienes son madres criar a los niños en una sociedad cada vez más individualista en la que mayormente son ellas quienes están al frente de su desarrollo. Y si le agregamos el factor pandemia, la carga para las madres en relación a los cuidados ha sido aún peor.
Hace 20 años viví la experiencia de ser niñera en Alemania y me llamó la atención cómo entre amigos con hijos pequeños se organizaban para conformar una familia extensa. Los fines de semana varias familias unidas por la amistad íbamos de picnic y se aplicaba la crianza en tribu. Era una especie de acuerdo comunitario en el que las personas adultas nos involucrábamos con el biencriar de todos los niños: jugando con ellos, enseñándoles a convivir y acompañándolos en su crecimiento. Fui testigo de cómo la responsabilidad del cuidado de los niños era de todos.
En ese sentido, nuestro rol de PANK puede contribuir a que la crianza no recaiga únicamente en los hombros de los padres logrando así, que sea más llevadera y funcional.