Publicidad
Publicidad

#NoHayExcusa. La violencia digital también deja cicatrices

Seguimos viviendo en sistemas donde la violencia de género no solo persiste, sino que se adapta y adquiere nuevas manifestaciones.
mar 25 noviembre 2025 06:01 AM
ciber-acoso
Para muchas mujeres, la violencia digital implica modificar su forma de habitar el mundo, ya que las obliga a cambiar rutinas, restringir su participación en espacios públicos, limitar su expresión en redes o incluso abandonar oportunidades laborales, señala Laura Tamayo.(Georgijevic/Getty Images)

Cada 25 de noviembre (Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer), el mundo vuelve a mirar una herida que no termina de cerrarse; la agresión sistemática que enfrentan millones de mujeres. A pesar de campañas, leyes y compromisos internacionales, las cifras no ceden. De acuerdo con un nuevo informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ONU Mujeres, una de cada tres mujeres en América Latina ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida. El dato es alarmante, pero lo es aún más el hecho de que seguimos viviendo en sistemas donde la violencia de género no solo persiste, sino que se adapta y adquiere nuevas manifestaciones.

Publicidad

Una de ellas, cada vez más extendida, es la violencia facilitada por la tecnología. Se manifiesta en redes sociales, chats, plataformas y foros a través de acoso, difusión no consentida de imágenes íntimas, suplantación de identidad, extorsión sexual, deepfakes, ciberacoso coordinado, entre muchas otras. Lo digital no es un espacio neutro, ya que sin duda es un territorio hostil para las mujeres. Esta violencia atraviesa la vida cotidiana, afecta la salud mental, silencia voces, disuade liderazgos y, en los casos más extremos, escala hasta convertirse en violencia física o feminicidio.

Aunque muchos aún la perciben como algo intangible o pasajero, la violencia digital tiene consecuencias concretas que trascienden la pantalla. Para muchas mujeres, implica modificar su forma de habitar el mundo, ya que las obliga a cambiar rutinas, restringir su participación en espacios públicos, limitar su expresión en redes o incluso abandonar oportunidades laborales. Esta no solo lesiona el bienestar emocional, también erosiona el tejido social al silenciar liderazgos, debilitar redes de apoyo y sembrar miedo como forma de control. Lo más grave es que se ha normalizado al punto de disfrazarse de broma, debate o “libertad de expresión”, perpetuando la impunidad y dejando a las víctimas sin respaldo. Callarlo, en este contexto, solo perpetúa el daño.

Nadie se salva. Periodistas, activistas, empresarias, políticas, creadoras de contenido, estudiantes, adolescentes. Todas están expuestas, en mayor o menor medida, a alguna forma de agresión digital. El objetivo es el mismo; silenciar, intimidar, desacreditar. Este tipo de acoso no solo busca censurar ideas, sino forzar salidas de redes, de debates, de profesiones. Y cuando una mujer abandona un espacio por miedo, todas perdemos.

Estos ataques no son un fenómeno individual ni pasajero. Es una forma de control que impacta la salud, la autonomía, las trayectorias profesionales y los vínculos sociales de las mujeres. Cuando una periodista deja de publicar por miedo, cuando una activista se silencia o cuando una estudiante abandona sus redes por hostigamiento, no solo perdemos voces, sino que perdemos democracia. Por ello, no podemos seguir normalizando esta violencia ni restándole gravedad. Si la tecnología es parte del problema, también debe ser parte de la solución. Urge que nuestras respuestas —legales, institucionales, culturales— estén a la altura de la amenaza. Porque una sociedad donde las mujeres deben guardar silencio para protegerse es una sociedad profundamente vulnerable para todas y todos.

¿Qué se puede hacer ante esta realidad? Primero, reconocerla como una emergencia pública y no como un daño colateral del avance digital. La violencia de género, incluida la que se manifiesta en entornos digitales, no se resuelve sola ni con promesas vacías. Requiere políticas públicas con presupuesto, marcos regulatorios claros para plataformas tecnológicas, inversión sostenida en prevención, servicios de atención multisectorial y una transformación profunda de las normas sociales que la permiten.

El marco RESPECT —avalado por Naciones Unidas— señala siete áreas clave: fortalecer las habilidades relacionales, empoderar a las mujeres, asegurar servicios de atención, reducir la pobreza, crear entornos seguros, prevenir el abuso infantil y transformar actitudes y normas de género. Cada una de ellas se vuelve aún más urgente cuando pensamos en los entornos digitales. Se necesitan regulaciones que obliguen a las plataformas a responder con eficacia y rapidez ante denuncias de acoso; capacitación para jueces y ministerios públicos sobre violencia digital; campañas de sensibilización para adolescentes y jóvenes; y mecanismos de denuncia accesibles, seguros y sin revictimización.

Publicidad

Pero si algo nos enseñan los datos —y la experiencia cotidiana— es que ninguna mujer debería enfrentarse sola a este tipo de violencia. Proteger la integridad y la dignidad de las mujeres en entornos digitales no puede ser solo una responsabilidad individual. Requiere voluntad política, compromiso empresarial, alfabetización digital, marcos legales eficaces y plataformas tecnológicas dispuestas a rendir cuentas.

En este contexto, campañas como los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género, que inician cada 25 de noviembre, nos recuerdan una verdad urgente: #NoHayExcusa. Lo que ocurre en línea también hiere, también silencia, también mata. Y lo virtual es real. Reconocerlo es apenas el primer paso. Lo verdaderamente transformador es invertir en su prevención, construir redes de protección y sumar a todos los sectores —público, privado y social— en una misma convicción: ninguna mujer debe tener miedo de alzar la voz, ni siquiera detrás de una pantalla.

____

Nota del editor: Laura Tamayo es Directora de Asuntos Públicos, Comunicación y Sustentabilidad en Bayer México. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

Publicidad

Tags

OpiniónMujeresAcoso laboralAcoso sexual

Health Café

Publicidad