La falta de talento en sectores clave está obligando a gobiernos y empresas a mirar hacia donde antes no miraban. En este contexto, la inclusión ha dejado de ser un gesto altruista para convertirse en una estrategia de negocio urgente.
La inclusión no es una moda, es una estrategia de negocios

Desde hace años se han levado alertas, porque ya “nadie quiere ser camionero” . Esta tendencia es global, incluyendo a nuestro país. Cada vez menos hombres quieren manejar un tractocamión durante horas para cruzar distancias larguísimas sin compañía. Tal vez sea un trabajo bien pagado, pero es agotador y, sobre todo las personas jóvenes, lo evitan. Sin embargo, por más despreciable que se perciba, en lo que se desarrollan tractocamiones autónomos y seguros, se necesitan transportistas para el comercio, la logística y la movilidad de otras personas.
¿Qué están haciendo las empresas y los gobiernos? En Alemania buscan atraer al talento desde México y América Latina. En nuestro país, se están creando programas para entrenar a mujeres para estas vacantes. Con ello se cierran brechas de género históricas y se abren oportunidades para que alcancen autonomía económica, pero también es una forma de ampliar los pools de talento a los que una organización tiene acceso para cubrir posiciones clave.
Así como ocurre en los puestos de transporte, invertir en inclusión de talento diverso es estratégico para las empresas y detona una serie de beneficios económicos.
Por ejemplo, las acciones de diversidad e inclusión pueden lograr que las personas colaboradoras estén mucho más agusto en su lugar de trabajo. Esto, a su vez, permite a la empresa retener a más talento y ahorrar lo que cuesta reemplazar al personal. Esta cifra oscila entre 30 y 200% del salario anual de la persona que se va, según su nivel de jerarquía. Entre más alto y sofisticado sea el puesto, el costo será más mayor.
Además, Gallup calculó que las empresas con plantillas laborales más comprometidas son 18% más productivas que aquellas donde el compromiso es menor. Invertir en inclusión deriva en que la mayoría de las personas se sientan valoradas, comprometidas y tomadas en cuenta, conceptos necesarios para desarrollar un sentido de pertenencia y compromiso con la organización.
Las empresas que quieren capitalizar estos beneficios necesitan tener políticas corporativas que promovuevan la diversidad. No obstante, éstas deben acompañarse de otras acciones informales que construyan y solidifiquen una cultura laboral que realmente abrace esta diversidad. ¿De qué sirve entrenar a las mujeres en el manejo de transporte pesado si sus compañeros las acosan o el jefe las trata mal?
Constuir una cultura de esta naturaleza no es tarea exclusiva del área de Recursos Humanos o del cuerpo directivo, sino también requiere un esfuerzo transversal. Requiere sensibilizaciones, capacitaciones y mucha práctica con los mandos medios y el resto de personal. Serán estas personas quienes concreten a diario los objetivos de inclusión que se haya planteado la empresa.
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La próxima vez que pienses en inclusión laboral como una tarea pendiente o secundaria, recuerda que es una palanca estratégica que tiene el potencial de elevar la productividad, reducir la rotación y generar compromiso real.
Invertir en diversidad no solo transforma empresas, sino también cambia vidas. Y eso, en cualquier industria, es un buen negocio.
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Nota del editor: Fátima Masse es Economista especializada en temas sociales. Síguela en Twitter como @Fatima_Masse . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.
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