¿Puede el simple hecho de ser mujer condicionar tus posibilidades de emprender y acceder a un crédito? En 2025, la respuesta tristemente sigue siendo sí. A nivel global, de acuerdo con el Banco Mundial , la brecha de género en la titularidad de cuentas bancarias se redujo de 9 a 6 puntos porcentuales en los últimos cinco años. Aunque se trata de un avance significativo, esta brecha financiera persiste como una deuda histórica que impacta profundamente en el desarrollo económico de millones de mujeres en México y en el mundo.
El crédito inclusivo. Ser mujer no debe ser un obstáculo financiero

Los datos son contundentes. En nuestro país, el 72.8% de las mujeres posee al menos un producto financiero, frente al 80.9% de los hombres. Esta diferencia de 8.1 puntos porcentuales no es menor cuando se traduce en acceso desigual a crédito, ahorro formal o servicios como las Afores, donde la brecha llega a 17 puntos: apenas el 34% de las mujeres entre 18 y 70 años tiene una cuenta de retiro, comparado con el 51% de los hombres.
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Esta desigualdad no son sólo números. Tiene implicaciones reales para el emprendimiento femenino. Las mujeres suelen recibir menos financiamiento y en condiciones más adversas que los hombres. Un estudio del MIT incluso demostró que los inversionistas prefieren las presentaciones de negocios realizadas por hombres, aunque el contenido sea idéntico al presentado por mujeres.
Además, muchas emprendedoras trabajan en sectores de baja rentabilidad, tienen menos redes de contacto y enfrentan mayor inseguridad financiera, lo que acorta la vida útil de sus negocios. Es un círculo vicioso que no solo frena el potencial económico de las mujeres, sino también el desarrollo económico del país.
Pero no todo está perdido. La tecnología financiera tiene una oportunidad única para cambiar esta narrativa. Desde el sector privado podemos (y debemos) actuar con responsabilidad para construir un ecosistema financiero más equitativo. ¿Cómo?
Primero, mediante el desarrollo de productos que realmente entiendan el estilo de vida de las mujeres: ingresos variables, trabajo no remunerado, entre otros factores "invisibles" que terminan por ser determinantes. Segundo, con educación financiera accesible, práctica y con enfoque de género. Tercero, usando datos para evaluar y corregir nuestras propias prácticas. Y finalmente, con el impulso de políticas públicas que acompañen estos esfuerzos.
La inclusión financiera sin enfoque de género no es verdadera inclusión. Es indignante que el 51% de la población siga siendo "invisible" para el sistema financiero. Si queremos un país más justo, más productivo y más innovador, el acceso equitativo al dinero, a su uso, a su control y a su potencial, debe ser parte central de la conversación.
Como mujer, como profesional en el sector financiero y como ciudadana, creo firmemente que cerrar esta brecha no es solo una causa social: es una apuesta por un mejor futuro económico para todos.
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Nota del editor: Liliana Herrera es la directora de Asuntos Públicos de Tala en México. Posee una amplia experiencia tanto en el sector público como el privado, en las áreas de políticas públicas, transparencia, protección de datos, consejería y consultoría en materia legal. Hoy día, lidera los asuntos públicos de Tala en el país, en donde coordina y dirige los esfuerzos de la compañía para ayudar a su comunidad, y sobre todo a las mujeres. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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