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¿Te sientes segura hablando de dinero? El crédito como herramienta de inclusión

La inclusión financiera real no empieza con una cuenta bancaria; empieza con la posibilidad de tomar decisiones informadas sobre nuestra vida económica.
lun 28 julio 2025 06:00 AM
¿Te sientes segura hablando de dinero? El crédito como herramienta de inclusión
Las instituciones financieras, sean tradicionales o digitales, tienen la responsabilidad de diseñar productos que verdaderamente piensen en quien está del otro lado de la pantalla. Productos que sean accesibles, sin jerga técnica ni procesos eternos, señala Daniela Leyva.

Hablar de dinero no debería generar incomodidad, pero lo cierto es que para muchas personas —especialmente mujeres— sigue siendo una conversación cargada de dudas, prejuicios y silencios. ¿Por qué? Porque durante mucho tiempo, el sistema financiero ha hablado un lenguaje que no fue pensado para incluirlas.

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La inclusión financiera real no empieza con una cuenta bancaria; empieza con la posibilidad de tomar decisiones informadas sobre nuestra vida económica. Y eso implica algo tan básico como sentirnos con la seguridad de preguntar, negociar, comparar… y también acceder al crédito. No a cualquier crédito, sino a uno que esté diseñado para empoderar, no para confundir ni sobreendeudar.

La brecha de género en la inclusión financiera es una realidad documentada. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF), solo el 74% de las mujeres en México reportó haber tenido algún producto financiero, frente al 82% de los hombres. Y si hablamos de crédito formal, la cifra baja aún más: solo el 46% de las mujeres ha accedido a uno.

En muchos hogares mexicanos, las mujeres no son quienes toman las decisiones económicas. En este contexto, el sistema crediticio nunca se ha enfocado en desarrollar productos pensados en ellas, que se adapten a sus necesidades y que genuinamente resuelvan problemáticas de su cotidianeidad financiera. Si no se rompe con estas barreras desde el diseño mismo de los servicios financieros, la exclusión seguirá reproduciéndose.

Pero el problema no es solo de acceso. Es también de percepción. Culturalmente se ha asociado el crédito con deuda, y esta, con algo negativo. Sin embargo, un crédito bien gestionado puede ser una herramienta poderosa para el desarrollo de un negocio, para cubrir necesidades urgentes, para construir independencia. Especialmente para mujeres emprendedoras, acceder a un crédito claro, sencillo y seguro puede significar no solo crecimiento económico, sino libertad de decisión.

En mi experiencia, el cambio empieza cuando dejamos de ver al crédito como un privilegio y lo empezamos a tratar como lo que debería ser: una herramienta. Una que, bien utilizada, fortalece la seguridad financiera y también personal. Hemos visto casos transformadores en los que el acceso a un microcrédito digital es la "primera piedra" de un microemprendimiento desde casa; un primer paso que hace la diferencia entre la dependencia y la autonomía.

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Claro que no todo recae en las usuarias. Las instituciones financieras, sean tradicionales o digitales, tienen la responsabilidad de diseñar productos que verdaderamente piensen en quien está del otro lado de la pantalla. Productos que sean accesibles, sin jerga técnica ni procesos eternos; que no requieran trasladarse, perder tiempo ni enfrentarse a una lista de requisitos imposibles. La tecnología hoy permite eso.

Cuando una mujer puede acceder a crédito con claridad y control, también accede a algo más grande: confianza en sí misma. Y esa confianza se traduce en decisiones más informadas, mayor independencia y mejores oportunidades para su familia y su comunidad. No podemos seguir esperando que quienes han sido excluidas se adapten a sistemas pensados para otros. Es momento de repensar desde la raíz qué entendemos por inclusión y para quién la estamos construyendo.

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Nota del editor: Daniela Leyva es directora de Recursos Humanos en Tala México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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