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2025, año de la mujer indígena y de la serpiente

Como la poderosa Cihuacóatl, la mujer serpiente de la mitología azteca, que era guerrera y madre al mismo tiempo, las mujeres indígenas de hoy cargan sobre sus hombros el peso de múltiples mundos.
vie 17 enero 2025 06:01 AM
2025, año de la mujer indígena y de la serpiente
Este 2025 –año de la mujer indígena y de la serpiente– nos llama a escuchar el silbido de la ancestral madre de dioses en los datos: es tiempo de ecdisis contra la desigualdad, de transformar las advertencias en acciones y de reconocer que la sabiduría de las mujeres indígenas, apunta María Elena Esparza Guevara.

En 2025, dos serpientes ancestrales entrelazan sus destinos: es el Año de la Serpiente en el zodiaco chino y el Gobierno de México lo ha designado el Año de la Mujer Indígena, que bien podría ser representado por la poderosa Cihuacóatl, la mujer serpiente de la mitología azteca.

Como ella, que era guerrera y madre al mismo tiempo, las mujeres indígenas de hoy cargan sobre sus hombros el peso de múltiples mundos. En México, 11.9 millones de mujeres indígenes tejen historias de resistencia y supervivencia, 429,000 habitan en la capital nacional cada vez más global, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, del INEGI.

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La serpiente, símbolo de sabiduría y transformación en muchas culturas, hace alusión a la dualidad que enfrentan las mujeres indígenas: por un lado, son guardianas de conocimientos ancestrales; por otro, luchan contra la mordedura venenosa de la desigualdad provocada por el sistema capitalista y el patriarcado, que siempre van juntos. Como la Cihuacóatl, que daba tanto vida como advertencias de peligro, las estadísticas de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2022 gritan verdades incómodas: el 70.1% de las mujeres indígenas en México han sido víctimas de algún tipo de violencia, un cáncer social que debe erradicarse.

En el ámbito educativo, la serpiente se muerde la cola: solo el 8.8% de las mujeres indígenas globalmente, de acuerdo a un informe de la Organización Internacional del Trabajo, alcanza estudios superiores, mientras que en México, la brecha educativa serpentea a través de las generaciones con un promedio de escolaridad de apenas 6.9 años, comparado con los 9.9 años de las mujeres no indígenas, de acuerdo al Censo del INEGI más reciente, de 2020.

Tal como Cihuacóatl, quien en las historias míticas cargaba los instrumentos de tejido en su espalda, las mujeres indígenas de hoy llevan el peso del trabajo no remunerado: dedican 35.9 horas semanales a labores domésticas, cinco horas más que sus contrapartes no indígenas. El 63.9% participa, además, en trabajos comunitarios no remunerados, manteniendo vivas las tradiciones del tequio y la mano vuelta, según el informe “El trabajo no remunerado y la calidad de vida de las mujeres indígenas”, realizado en 2024 por INMUJERES y el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. La explotación no debe seguir siendo un uso o costumbre.

El 2025 marca un punto de inflexión, como el momento en que la serpiente muda de piel. Las cifras actuales son la vieja cobertura que debe dejar atrás: el 18.3% de las mujeres indígenas viviendo con menos de 1.90 dólares diarios, el 79.7% sin acceso a seguridad social en México y el 26.2% de analfabetismo que persiste como una sombra revelada por la Encuesta Nacional de Discriminación 2022.

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La Cihuacóatl, según la leyenda, aparecía en los mercados entre las mujeres. Hoy, el 64.4% de las mujeres indígenas en América Latina trabaja en zonas urbanas, muchas en la economía informal, con una tasa 40% superior a la de mujeres no indígenas. En la Ciudad de México, donde el 51.3% de este grupo vulnerable es económicamente activo, su presencia transforma los espacios urbanos, como la antigua deidad transformaba los lugares que visitaba.

Como sociedad, este 2025 –año de la mujer indígena y de la serpiente– nos llama a escuchar el silbido de la ancestral madre de dioses en los datos: es tiempo de ecdisis contra la desigualdad, de transformar las advertencias en acciones y de reconocer que la sabiduría de las mujeres indígenas, como la de la antigua deidad, es fundamental para hilar colectivamente un futuro igualitario y justo.

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Nota del editor: María Elena Esparza Guevara es fundadora de Ola Violeta A.C. Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP y egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres de la Universidad de Oxford. Síguela como @MaElenaEsparza Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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