Para cualquier mejora siempre es importante empezar por un diagnóstico, analizar y entender en dónde nos encontramos financieramente y cuál es nuestra capacidad y nivel de salud en ese sentido. Asimismo, será de gran ayuda saber cuál es nuestra facultad para asumir obligaciones económicas y manejar una situación imprevista que afecte el nivel de ingresos a corto y largo plazo, denominado como el índice de bienestar financiero.
Del mismo modo, debemos conocer nuestra suficiencia y autonomía para mejorar nuestra realidad financiera, así como el nivel de conocimiento en temas monetarios tales como inversiones, planes de ahorro, entidades de apoyo financiero, entre otros, a esto se le conoce como el índice de coraje financiero.
Una vez que entendemos cuál es nuestra capacidad de pago, nivel de endeudamiento o bien, nuestra facultad de ahorro, podemos hacer estrategias en función de esto. Para ello, debemos de identificar si estamos en un riesgo, es decir, que exista algún peligro o incertidumbre para cubrir nuestras obligaciones en determinado periodo; o bien si se trata de un reto el que enfrentamos, en otras palabras que no tenemos una correcta planeación y seguridad financiera.
Por otra parte, nos podemos encontrar en un momento de alguna situación adversa momentáneamente, detonada por factores externos o, el mejor escenario, tener una libertad financiera en donde se requiere una disciplina en el control de gastos y ahorro.
Independientemente de dónde nos encontremos, como mencioné en un artículo anterior, lo más importante es construir la escalera financiera que nos permita formar un patrimonio.