Tras más de una década viendo cómo las necesidades ambientales habían sido ignoradas hasta llegar a un punto de quiebre, el día de hoy podemos decir que han tomado el lugar que les corresponde como EL PILAR ESTRUCTURAL, donde yace el futuro como sociedad.
Finalmente estamos atravesando una época de revolución y cambio donde academia, gobierno y empresas han comenzado a reconocer y crear conciencia de que la sostenibilidad, la equidad de género y sobre todo el cambio de mentalidad es indispensable para impulsar negocios que perduren con el tiempo.
Para entender cuál es nuestro papel como mujeres en esta reestructuración, debemos saber que el sistema económico que conocemos fue diseñado bajo tres principios: el poder, la competencia y el crecimiento sin desarrollo ni planeación. Hoy en día sabemos que lo que se había planteado no funcionó, y por ello nos hemos visto en la necesidad de crear nuevas propuestas y acciones.
La sostenibilidad no solo es un tema de conciencia ambiental, también implica equidad de género y participación equitativa dentro de las organizaciones. Los datos no mienten, las empresas con más mujeres en sus mesas directivas tienen hasta un 15% mayor rentabilidad, además, tenemos tendencia a crear cambios desde la empatía, la colaboración y el desarrollo, y esto lo sabemos bien debido a que así es como hemos logrado toda una historia de cambios estructurales en la sociedad.
Mujeres como Rachel Carson, Malala Yousafzai, Berta Cáceres y Jane Goodall, se han encargado de levantar la batuta mediática y crear una nueva realidad para todo su entorno, pues la sostenibilidad no es un capricho, es una necesidad que debe atenderse a la brevedad para lograr un crecimiento sostenible en un sistema económico que nos impulsa a cambiar toda una estructura social, laboral, económica, cultural y académica.
Como pioneras en sostenibilidad, luchadoras, emprendedoras y embajadoras del cambio, tenemos la capacidad de crear nuevas realidades, construir nuevas posibilidades e incluso lograr lo que parece imposible. Pero antes, debemos seguir haciendo un trabajo profundo como sociedad, seguir reconociendo aquellos espacios y sistemas que limitan las oportunidades de desarrollo de las mujeres, aquellos prejuicios y paradigmas que nos mantienen ciegos y ciegas ante el potencial del cambio. No hay que tener miedo, ni hombres, ni mujeres, hay que tener humildad y coraje para actuar diferente.