De acuerdo con la encuesta presentada el 30 de agosto de 2022 por el INEGI, la prevalencia de violencia laboral contra las mujeres aumentó 1.3 respecto a la edición previa, que es de 2016. Puede parecer poco, pero hablamos de que 27.9% de las 40 millones de mujeres que ha tenido un trabajo, la ha padecido: ¡más de 11 millones!
El número es para escandalizar a cualquiera, hay países con menos población que las mujeres trabajadoras mexicanas que han sufrido alguno o varios de los cinco tipos de violencia establecidos en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia: psicológica, física, sexual, económica y patrimonial. Todos ellos se presentan en la oficina.
Creer que el problema se resuelve con reglas claras o con protocolos internos de sanción a estas conductas es ingenuo. La realidad es que la violencia machista es un problema estructural con raíces profundas porque se normaliza culturalmente a través de las generaciones y en el consumo de todos los productos de difusión que refuerzan roles y estereotipos de género.
¿Cuántas veces hemos visto el personaje de la secretaria distraída y coqueta en programas cómicos? ¿Quién no ha participado en los chismes de radio pasillo donde se sospecha que la compañera ascendió porque tiene algo con el jefe? Que aviente la primera piedra…
Aunque podría pensarse que la violencia laboral es ejercida mayormente por los superiores jerárquicos, la ENDIREH 2021 revela que son los propios compañeros quienes agreden en primer lugar, con 34.2%, seguidos, sí, de los jefes o patrones con 21.7%, y luego los supervisores, capataces o coordinadores, con 10.7%.
Si bien movimientos como #MeToo han ayudado a visibilizar situaciones como el acoso sexual en el espacio de trabajo, hay muchas otras formas de violencia que se mantienen fuera del radar. Ya iniciaba esta reflexión con una de ellas, que consiste en negarle a la colega su grado o jerarquía como si de esa forma se redujera su incidencia en las decisiones o su capacidad de liderazgo.
Entre las que constituyen formas de discriminación, que ocupa el primer lugar de prevalencia tanto en toda la vida laboral como en la experiencia del último año —que para efectos de la ENDIREH fue 2020, es decir, en plena pandemia de COVID-19— se encuentran situaciones como haber tenido menos oportunidad que un hombre para ascender, solicitud de prueba de embarazo como requisito para trabajar o despido por cambiar de estado civil.
Destaca también la tristemente célebre brecha salarial, que implica menos pago por igual trabajo o menores prestaciones a pesar de ocupar un puesto equivalente en el organigrama respecto a un colega hombre. Esta es una de las principales razones para deserción laboral entre las mujeres.
Ya existen la ratificación en México del Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo, la NOM 035 para atender los factores de riesgo psicosocial entre los que se cuenta la violencia laboral, y la reforma de 2019 a la Ley Federal del Trabajo para establecer la obligación de los centros de trabajo de contar con un protocolo para atender casos de hostigamiento y acoso sexual.