El feminismo y las mujeres que han trabajado y luchado por la igualdad, equidad y derechos nos heredaron un gran avance, por supuesto falta, pero fue mucho lo que lograron. No todos los países tienen las mismas realidades y ni siquiera todas las clases sociales, poblaciones y comunidades las tienen. Nos falta un muy largo camino por recorrer.
Pero en este camino las mujeres nos hemos ido entrampando en el sueño de la mujer maravilla que, a veces pienso que más que un logro, se ha convertido en un castigo, donde las expectativas propias y las de los demás nos están costando la felicidad y sobre todo el autocuidado y la salud mental.
Aquí hablaré desde mi entorno, sobre todo laboral, ya que para nosotras existen realidades muy diversas, unas mucho más complejas que otras. ¿Cómo conseguir ser la mujer maravilla en este entorno tan complejo? Porque antes teníamos que decidir; si querías ser madre no podías trabajar, abandonar a tus hijos era (es) un estigma muy duro, no importa si había la necesidad económica. Estudiar era cosa de hombre, ¿por qué estudiaría una mujer si se va a dedicar a cuidar a sus hijos?
Pero en este entorno esa realidad ha cambiado, claro que en un gran sentido ha sido un cambio positivo, pero también ha implicado una carga muy pesada para las mujeres.
Hoy se espera que las mujeres tengamos estudios, por lo menos de licenciatura, pero deseable de maestría; que tengamos experiencia laboral ininterrumpida y, por supuesto, se busca que no tengamos hijos, de preferencia tampoco familiares que tengamos que cuidar y que estemos dispuestas a dedicarnos por lo menos 12 horas al día a nuestro trabajo.
Si tenemos hijos o pensamos tenerlos es un contra para la contratación, pero lo que sí se espera es que eso no nos distraiga de nuestras labores y de tener la camiseta muy bien puesta. Aun con todas esta expectativas, nuestro sueldo es menor que el de un hombre en las mismas condiciones, según un estudio hecho por PwC México, junto con la Bolsa Institucional de Valores (BIVA) y Mujeres Invirtiendo, la brecha salarial es del 27%, mientras que en niveles directivos alcanzó el 30%.
Estamos hablando de un país donde, según cifras del INEGI, 1 de cada 3 hogares está ‘jefaturado’ por una mujer, eso significa que todas esas mujeres trabajan para mantener su hogar, más allá de si tienen el deseo de trabajar. Y la gran mayoría de ellas gana menos que un hombre por el mismo trabajo, sin descontar la doble jornada que debe realizar al llegar a casa.