De repente la llama se apagó pocos días después, cuando aparecieron las amenazas y los casos de la pandemia que nos envió a nuestras casas a trabajar remoto, en la medida de lo posible, acabando así con un movimiento que de alguna manera parecía más articulado que en años anteriores.
De la misma manera, como andábamos todos discutiendo ese término común pero vacío de “nueva normalidad”, este asunto de las mujeres pasó a un segundo plano en la medida en que estaba en riesgo toda la sociedad.
Se trata de una problemática cuyos fundamentos y cimientos son culturales y económicos (la pobreza el más relevante), pero que tiene varias aristas, todas ellas relevantes.
La más dramática de todas se refiere a la violencia de género, si bien todos estamos sometidos a una crisis de violencia jamás antes vista — que ya supera los 18 años anteriores — el problema a atender radica en la violencia hacia las mujeres por ser mujeres, por ello es una especificidad de la violencia en general. Los
Resultados distan de ser siquiera decentes, los índices han subido a doble dígito.
Dentro de este abanico de problemáticas aparece también la compleja discusión sobre el aborto, bajo una premisa en la cual las mujeres tienen ese derecho — “mi cuerpo, mi decisión”. Si bien este argumento es altamente cuestionable, la falta de una legislación clara sobre el tema lleva a que cientos de mujeres mueran producto de intervenciones clandestinas.
Finalmente está la discusión sobre la mujer en el trabajo, la brecha salarial y las oportunidades de acceso desde la gerencia media hasta la alta dirección. No se diga de los consejos de administración cuya composición de género deja mucho que desear.
Lamentablemente, en muy pocos de estos frentes se ha avanzado, y parece ciertamente una lucha infértil pues no sólo las cosas no mejoran sino que se agravan.
Resulta preocupante y lamentable cómo — en plena veda electoral — una gobernante reúne a un grupo de mujeres para hablar de esta problema y en lo que termina el evento es en arengas de caudillo de pueblo en apoyo al gobierno de turno, cuyo líder, por cierto ha despreciado y menos valorado el tema.
Hay muchísimos frentes por atender en este problema, y al ser tan amplio el menú termina confundido tanto el movimiento como la población en general. Para ello es necesario entender que si bien se busca una solución holística este elefante hay que comérselo a pedazos.
Le corresponde a gobierno y a las fuerzas del Estado trabajar el tema de la violencia, con medidas no sólo de reacción sino de prevención. La educación juega quizás el papel más importante en este frente, como puente para la eliminación de las causas estructurales de la pobreza.