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Con hijos o sin hijos ¿eres víctima del perfeccionismo?

El perfeccionismo hace de las suyas. Es como si no tuviéramos permiso de equivocarnos porque el trabajo es lo único que nos otorga valía, opina Adriana Castro.
mar 17 agosto 2021 05:00 AM

(Expansión Mujeres) - La cohesión organizacional es un elemento valioso para que un equipo de trabajo logre sus metas. Una de las herramientas que la facilitan es la creación de ambientes que favorezcan un buen trato en el que hay respeto por la diversidad. Si, por el contrario, sus integrantes no sienten que se respeta su individualidad, comienza un desinterés por cohesionarse con su equipo.

Por ejemplo, como mujer ¿alguna vez te has sentido cuestionada por la forma en que ejerces tu maternidad o no maternidad?

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Estos juicios están basados en un ideal hegemónico maternal. Es una concepción que establece que ser mamá es el rol más importante que una mujer puede experimentar. Este ideal incita a todas las mujeres a ser madres y también establece las condiciones en que tienen que serlo.

Desde esta perspectiva no basta con ser madre: hay que ser perfecta. Este tipo de maternidad está centrada en el niño y es emocionalmente absorbente porque requiere que la mujer cuide mejor a sus hijos que a ella misma. Implica que la mujer no se desarrolle en otros ámbitos de su vida como el profesional.

Este ideal arcaico aniquila parejo: a madres y no madres.

Si rechaza a las madres que desean experimentar “otras maternidades” alejadas del estereotipo de la madre perfecta, ya te imaginarás el concepto en el que entramos las mujeres sin hijos: la absoluta desvalorización social.

Somos las fracasadas, egoístas y sin voluntad de cumplir la “vocación de la maternidad”.

Pero ahí no acaba el problema. Este esquema asfixiante en el que “o eres una madre angelical o eres un cero a la izquierda”, plantea la vida en términos de blanco o negro, y justo esa postura es un ejemplo claro del perfeccionismo. Este es uno de los elementos que más restan a la felicidad de las personas.

Lo más impactante es que, aunque pareciera un discurso poco vigente y ajeno a nuestra realidad, sigue presente a través de sesgos inconscientes y comentarios desatinados que atacan la individualidad de las mujeres y fracturan la cohesión de los equipos.

¿Algunos ejemplos?

A quienes son madres:

La culpa de la madre trabajadora. Si ya era complicado para la mujer conciliar la vida laboral y personal, ahora con la pandemia, trabajar mientras conecta al niño a su clase virtual es un tema. Resulta casi imposible compaginar ambas actividades. Comentarios como ¿Cuánto tiempo le dedicas a tus hijos si trabajas la jornada completa? detonan culpa por no pasar todo el tiempo que ellas quisieran con sus hijos.

La madre trabajadora que podría no trabajar y elige hacerlo. Cuestionamientos como “Pero si no tienes necesidad de trabajar ¿Por qué no disfrutas todo tu tiempo con tu hijo?”, plantean que la única fuente de felicidad deben ser los hijos y que debe sentir culpa por querer desarrollarse en otros ámbitos.

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A quienes no son madres:

La egoísta que prefirió su desarrollo por encima de ser madre. Hablando desde mi experiencia... pues, no. Yo no lo elegí. Desafortunadamente no pude ser mamá. Mis circunstancias me lo impidieron. La gente perfeccionista entiende la realidad solo desde una perspectiva: la suya. Asume que todas las que no tienen hijos así lo elegimos, invisibilizando a muchas más mujeres de las que creemos. Así que habrá que repensar aseveraciones como “qué bueno que decidiste ser libre y no tener hijos”.

La mujer que, al no tener hijos, debe ser una colaboradora incansable y excepcional. Comentarios como “si no eres madre ¿qué te impide ser una profesionista exitosa?” son comunes.

Sí. Se espera que tengamos un desempeño brillante, ya que al estar liberadas del rol de madre, debemos ser sobresalientes. Así que aquellas que elijan ser una colaboradora promedio porque prefieren destinar su energía a otros ámbitos de su vida, tache.

Esto de tener que ser excepcional nos coloca nuevamente en el discurso del todo o nada. Hace poco una amiga me decía cuánto le duele fallar en su trabajo porque al no tener hijos, siente que su fuente de validación e identidad es su trabajo. El perfeccionismo hace de las suyas. Es como si no tuviéramos permiso de equivocarnos porque el trabajo es lo único que nos otorga valía.

Estoy segura de que si dentro de las organizaciones hubiera una sensibilización para tomar conciencia de cómo estos comentarios pueden restar a la cohesión de los equipos, habría una disminución de estos. Para mujeres que tienen o van a tomar cargos clave dentro de un equipo es fundamental que lo sepan porque son ellas quienes pueden ayudar a crear ambientes de buen trato en los que se deje de juzgar la maternidad o no maternidad de las mujeres.

Y para quienes a veces caemos en la autoexigencia, ayudaría aceptar que tenemos permiso a ser inciertas, vulnerables e imperfectas, igual que el resto de las personas del equipo.

Nota del editor: Adriana Castro tiene una especialidad en Psicología de la Creatividad por la Universidad Autónoma de Barcelona. Es fundadora de Call to Action: Empresas felices. Síguela en Facebook (adrianacastromx). Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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