Recientemente hemos visto el fenómeno de las “nenis” o “mujeres luciérnaga”, quienes venden productos o servicios a través de redes sociales, es decir, en la economía informal. Si bien han sido motivo de burla en redes, ellas han respondido “por lo menos no somos ninis”.
La realidad es que las mujeres que son pilar para su familia hacen lo posible con los recursos a su alcance para salir adelante. Y lo han logrado mediante la economía informal.
Estadísticamente, a nivel mundial, las mujeres con un trabajo formal se desempeñan en las industrias que han sido las más afectadas, como la de alimentación, el sector salud e industrias del entretenimiento. Se calcula que, a nivel mundial, el 58% de las mujeres trabaja en el sector informal, y que durante el primer mes de la pandemia (2019), este grupo perdió 60% de sus ingresos.
De acuerdo con ONU Mujeres, además de la disminución en ingresos, se disparó la carga de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, debido al cierre de escuelas y guarderías, sumado a las labores del hogar y cuidado de enfermos y familiares de la tercera edad. Adicionalmente, en Latinoamérica, las responsabilidades del hogar suelen recaer en las mujeres.
Este año demostramos que hacer home office sí es posible, sin embargo, las mujeres se toparon con otro problema: los micromachismos. Por ejemplo, maridos que se preguntan ¿por qué si trabajaban desde casa, el hogar no está impecable? Sorpresa: la responsabilidad no sólo es de ellas. Y realmente las mujeres no pueden con todo, cuidar de los hijos, limpiar, cocinar, ser maestras y tener 5 juntas seguidas en Zoom.
La equidad empieza en casa. Las tareas de la casa y las del cuidado, así como las oportunidades laborales, no tienen género.