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Lo que el ataque a Claudia Sheinbaum revela sobre ser mujer México

Lo que ocurrió con Sheinbaum nos obliga a mirar con otros ojos algo que muchos han normalizado: la inseguridad femenina no es sólo un tema social o de justicia, es un asunto económico y estructural.
vie 07 noviembre 2025 06:03 AM
Congreso de Perú declara "persona non grata" a Claudia Sheinbaum y el conflicto con México crece
El ataque a la presidenta Sheinbaum simboliza ese quiebre en la confianza colectiva, toda vez que, si a la jefa de Estado la vulneran en plena calle, ¿qué mensaje recibe la mujer que vende en un tianguis, la que maneja un taxi por aplicación o la que regresa de trabajar de noche?, plantea Alba Yaneli Bello.(Henry Romero/Reuters)

Hace unos días, México presenció una escena que todavía me cuesta procesar. Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de nuestro país, fue víctima de acoso por parte de un transeúnte a las afueras de Palacio Nacional; en segundos, la mujer en el cargo más alto de la nación fue vulnerada en público, frente a ciudadanos de a pie, frente a cámaras y reporteros, frente al mundo.

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Soy una mujer mexicana de más de 40 años, profesionista con posgrados, contribuyente, servidora pública y confieso que esa imagen me dejó un nudo en el estómago, no sólo por lo que implica para la figura presidencial, sino por lo que dice de nosotras, de todas las que caminamos todos los días por las calles, cuidando cada paso, cada mirada, cada trayecto.

Más allá del repudio al acto en sí, lo que ocurrió con Sheinbaum nos obliga a mirar con otros ojos algo que muchos han normalizado, esto es, la inseguridad femenina no es sólo un tema social o de justicia, también es un asunto económico y estructural. Es un freno silencioso al desarrollo, una fuga constante de productividad, talento y bienestar.

Durante años he trabajado con mujeres que emprenden, que dirigen equipos, que buscan hacerse un lugar en espacios dominados por hombres. Todas compartimos un factor común, y es que la inseguridad condiciona nuestras decisiones, desde la ruta que elegimos para ir a una reunión, hasta si aceptamos o no un trabajo que implique salir tarde o viajar solas.

Esa microgestión del miedo tiene un costo, un costo invisible, pero real, el cual se traduce en menos movilidad, menos participación laboral, menor asistencia a eventos, menor disposición a invertir o a tomar riesgos. Es decir, la economía pierde cuando las mujeres restringen su libertad por miedo.

No hay emprendimiento sin confianza, no hay crecimiento sin movilidad y, cuando las calles son territorios hostiles, esa confianza se erosiona; por eso, el ataque a Sheinbaum no sólo es un asunto político o simbólico, es también un recordatorio de cómo la inseguridad impacta directamente en el desarrollo económico del país.

Desde el punto de vista empresarial, la inseguridad femenina genera una especie de impuesto invisible. Las compañías que operan en México saben que deben ofrecer transporte seguro, horarios flexibles, medidas de protección y, todo eso, tiene un costo financiero, pero también un beneficio social. Las empresas que integran la seguridad de género como parte de su cultura corporativa además de proteger a sus empleadas, también fortalecen su productividad y retienen talento.

Dicho de otro modo, las mujeres seguras rinden más, innovan más, participan más. Sin embargo, la raíz del problema está fuera de las oficinas; no importa cuántas políticas internas existan si el trayecto al trabajo sigue siendo un campo minado. La economía del miedo no se resuelve únicamente con buenas intenciones empresariales, sino que requiere políticas públicas efectivas, urbanismo con perspectiva de género, transporte seguro, iluminación, tecnología de vigilancia y, sobre todo, una transformación cultural.

¿Por qué no invertir en aplicaciones que geolocalicen incidentes de acoso, en sensores urbanos inteligentes, en transporte con sistemas de alerta conectados a autoridades en tiempo real? No se trata sólo de apps de emergencia, sino de ecosistemas integrados de respuesta inmediata que permitan sancionar a los responsables, pero también prevenir los actos que generan la inseguridad femenina.

Cuando una mujer se siente segura, no sólo gana ella, también gana el país; las ciudades donde todas podemos caminar sin miedo tienden a ser más productivas, más prósperas e innovadoras; en cambio, donde reina el acoso y la impunidad, florece la desconfianza y, con ella, la parálisis económica.

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El ataque a la presidenta Sheinbaum simboliza ese quiebre en la confianza colectiva, toda vez que, si a la jefa de Estado la vulneran en plena calle, ¿qué mensaje recibe la mujer que vende en un tianguis, la que maneja un taxi por aplicación o la que regresa de trabajar de noche?

Ese ataque no debería reducirse a un episodio mediático, sino convertirse en un punto de inflexión. Que los ciudadanos, las organizaciones, las universidades y los gobiernos asuman que la seguridad también es una inversión, no un gasto. Sólo así podremos aspirar a un país donde las mujeres no tengamos que calcular riesgos cada vez que salimos de casa, donde la libertad no sea un privilegio, sino un derecho garantizado.

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Nota del eitor: Alba Yaneli Bello es jueza de distrito en retiro. Síguela en Instagram como @Lalicbello Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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