Las finanzas personales no son solo una cuestión de números, son decisiones que moldean nuestra vida cotidiana, nuestras oportunidades y nuestro futuro. Sin embargo, cuando introducimos los factores que afectan de manera desproporcionada a las mujeres, la ecuación se vuelve mucho más compleja.
La educación financiera nos hará libres
La brecha salarial, que sigue perpetuando la desigualdad económica, es solo el principio. Si a esto se sumamos la misoginia y los sesgos sistémicos que limitan el acceso a posiciones de liderazgo y mejores salarios. Además, de las desventajas laborales que nos colocan en situaciones más precarias, como la falta de reconocimiento al trabajo no remunerado o la discriminación en el ascenso profesional; el panorama pasa de malo a aterrador.
Hablar de finanzas personales desde la perspectiva de género es sumamente complejo, pero también es clave, ya la vulnerabilidad financiera es el origen de muchas violencias, por ejemplo la doméstica, que hace que una mujer tolere insultos, y hasta golpes, porque necesita del ingreso de su pareja para la manutención de los hijos.
Este es un claro ejemplo de cómo la independencia financiera puede convertir a una mujer en rehén de un contexto altamente peligroso. Y no, no es tan sencillo como alejarse de ahí, si somos un poco empáticos y capaces de entender que nuestra realidad no es la que viven los demás, nos daremos cuenta de que las soluciones simplistas, son sólo eso: una burda respuesta a un problema que tiene raíces muy profundas.
Algunas instituciones financieras han buscado, desde sus trincheras, promover la inclusión financiera; algunas han sido grandes iniciativas, otras se han quedado en la superficie con productos ‘pintados de rosa’ con la leyenda ‘para mujeres’. Pero las finanzas personales con perspectiva de género implican reconocer las estructuras que perpetúan estas desigualdades y buscar soluciones que no solo abran paso a la equidad, sino que realmente nos permitan a las mujeres tomar decisiones financieras informadas, que las hagan libres.
Salud financiera = salud mental
Iderlyn Soto es una empresaria y promotora de la educación financiera con perspectiva de género en República Dominicana, México y distintos países de América Latina. Hace tiempo tuve la oportunidad de platicar con ella y le hice la pregunta obvia: ¿Qué impacto tiene en las mujeres la educación financiera? Y me dio una respuesta que de obvia no tenía nada.
Para ella, el acceso de las mujeres a la educación financiera tiene un efecto directo en su salud mental. Y esto tiene toda la lógica, no por nada escuchamos conceptos como el estrés financiero. En cambio, cuando una mujer controla sus finanzas, cuenta con acceso a productos y servicios adecuados para gestionarlas, sabe cómo hacer un presupuesto, invertir o utilizar el crédito de manera responsable, y además cuenta con un trabajo digno y un salario justo, lo que esa mujer obtiene es tranquilidad y seguridad.
En un país como México, donde cerca del 37% de la población sufre de altos niveles de estrés financiero, y que de estos, una tercera parte lo ha somatizado a través de dolores de cabeza, problemas gastrointestinales o cambios en la presión arterial, es crucial reflexionar sobre cómo la educación financiera puede no solo brindar bienestar mental, sino también convertirse en una herramienta poderosa para cerrar las brechas de género.
La desigualdad financiera y las barreras estructurales que enfrentamos las mujeres pueden empezar a desmoronarse cuando entendemos que tener control sobre nuestras finanzas es, en realidad, una forma de empoderamiento.
La revolución de la educación financiera
La educación financiera es un acto profundamente transformador y liberador para las mujeres, ya que nos permite romper con las estructuras que históricamente han limitado nuestra autonomía. No se trata solo de adquirir habilidades para gestionar el dinero; sino de tomar decisiones que nos den tranquilidad, estabilidad y confianza (muchas veces confianza en nosotras mismas, que es lo único que nos falta).
Mujeres como Iderlyn buscan que la educación financiera les llegue a todas, porque sabe que cuando una mujer adquiere conocimientos financieros, no solo está ganando control sobre su dinero, está tomando el control sobre su salud mental.
La verdadera libertad comienza cuando una mujer deja de preocuparse por cómo llegará a fin de mes y empieza a planear cómo alcanzar sus metas a largo plazo. La educación financiera es más que conocimiento, es un derecho que todas debemos exigir. Porque mientras la vulnerabilidad económica siga siendo una barrera, las brechas de género y las violencias que enfrentamos persistirán.
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Nota del editor: Joselyn Castro es Líder del Proyecto Apolo Mujeres. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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