Nuestra historia cuenta con lideresas ambientales y sociales, que han cambiado el curso de varios eventos. En 1973 las mujeres rurales de Chipko, en India, lograron detener la deforestación de los Himalayas, mientras que en 1977 la activista Wangari Maathai lideró la creación del Movimiento Cinturón Verde de Kenia, mediante el cual, ofrecía oportunidades de trabajo en programas de siembra de árboles a personas de escasos recursos.
Por otra parte, recientemente Patricia Gualinga y sus hijas de pueblo Sarayaku, han liderado la defensa de la Amazonía ecuatoriana frente a las terribles violaciones de los derechos humanos como resultado de la extracción de petróleo. En nuestro país, desde la creación de grupos y familias, las mujeres hemos sido participativas no sólo en nuestro núcleo familiar, sino también en las comunidades rurales, lo que ha impulsado la colaboración de jóvenes activistas en la agenda climática.
De acuerdo con la Encuesta Global de Gestión de Riesgos (GRMS) 2023 de Aon, investigación basada en la gestión de las amenazas percibidas por 3,000 responsables de la toma de decisiones, el reporte encontró, que a nivel Latinoamérica, las condiciones meteorológicas y desastres naturales son el riesgo número 10; esto como resultado de la transformación del ecosistema gracias a los cambios generados por la crisis climática.
Esta situación que enfrenta el planeta requiere de la acción y liderazgo de todas las personas, y las mujeres han demostrado ser fundamentales en la protección del medio ambiente. Sin embargo, su participación y liderazgo a menudo se ven limitados por diversas barreras sociales, económicas y culturales.
Todos los que habitamos esta tierra, somos responsables de lo que puede llegar a suceder con los recursos naturales, es decir, que la sociedad empresarial y civil deben trabajar en conjunto para impulsar la participación de las lideresas ambientales. Las organizaciones pueden trabajar en alianza con Organizaciones No Gubernamentales, o sociedades civiles con las cuales se identifiquen en el cumplimiento de ciertos objetivos por el mejoramiento de nuestro hábitat.
Por ello, es esencial adoptar estrategias integrales que aborden estas barreras y promuevan un entorno inclusivo y equitativo. Algunas empresas se han alineado y cuentan con programas, así como guía de estos organismos de la sociedad civil para unir esfuerzos, además de fomentar la solidaridad entre sectores por el bienestar general de los seres humanos.
Considerando lo anterior, aquí encontrarán algunas recomendaciones para fusionar propósitos:
1.- Educación y Capacitación: fomentar la educación ambiental, así como promover programas educativos desde edades tempranas que incluyan la perspectiva de género y la importancia de crear habilidades de liderazgo femenino en la protección del medio ambiente.
2.- Apoyo económico: las barreras económicas a menudo impiden que las mujeres asuman roles de liderazgo. Para mitigar este problema, se puede implementar acceso a financiamiento como fondos o becas destinados a proyectos ambientalistas liderados por féminas, programas de emprendimiento para el desarrollo de negocios sostenibles y políticas inclusivas que protejan sus derechos para intervenir en la toma de decisiones.
3.- Redes de apoyo y mentoría: la creación de redes proporciona un espacio para el intercambio de experiencias, conocimiento y apoyo mutuo. Desarrollar programas de mentoría donde lideresas experimentadas puedan guiar y apoyar a mujeres jóvenes que deseen involucrarse en el activismo ambiental, brindarán resultados positivos y avances en la gestión adecuada de recursos.