Aun resuena el eco del #8M y se perciben sus vestigios. Y a la par, se escuchan frases como ‘entre mujeres podemos despedazarnos, pero nunca nos haremos daño’; declaraciones meramente relativas, subjetivas. Y sí, ya sé que todas ondeamos la bandera de ser sororas, empáticas, solidarias, pero este espacio es para hablar con la verdad, y no de supuestos.
Los ochenteros venimos de una época en la que no existían miles de causas, fundaciones, ONGs, etc. Sí, claro que las habían, pero no en la desmesurada cantidad que hoy en día tenemos; diario surge una nueva causa, una nueva organización. Y creo que este fenómeno nos aporta un termómetro social cuyo diagnóstico indica descontento, inconformidad. Creo que, entre menos vea el gobierno por su gente, más se tiene que activar la sociedad, y la sociedad misma (en un modesto porcentaje, claro está) ha aumentado su nivel de consciencia y responsabilidad social.
A mí me apasiona el activismo social; me he sumado (y continuaré haciéndolo) a causas humanitarias y sociales, y en más de una ocasión me ha tocado ser blanco de críticas como “la señora que le gusta alzarse el cuello y salir en las revistas”; en las redes sociales me han tachado de white saver, whitexican, y otras menos afortunadas. Por supuesto que son los precios a pagar.
En una ocasión, tuve oportunidad de invitar a un Instagram live a una de las mujeres que me colocan en esa canasta, un personaje de quien admiro su gran labor social. La invité a que dejáramos de lado su crítica personal y nos enfocáramos en platicar acerca de su trabajo; evidentemente nunca respondió.
Es sólo un breve ejemplo de cómo las redes sociales nos han dado un poder para el que, desde mi punto de vista, no estábamos preparados, ni emocionalmente, ni moralmente, ni intelectualmente. Se asumió el poder sin adoptar la responsabilidad. Muy cómodo. El hate, el ataque, la descalificación sin argumento, se han convertido en el deporte más popular.
Siempre me he manejado con honestidad, y no puedo dejar de reconocer que me encanta el protagonismo, salir en todas las revistas, ¡por supuesto! Y sería ingenuo pensar que, a alguien a quien no le gusta el protagonismo y que no le gusta comunicar, obtendrá donativos para diversas causas; las empresas buscan visibilidad, branding, saber que pondrán sus recursos en manos socialmente responsables, y eso no se da en el anonimato. Además, si no conocemos a mucha gente, ¿cómo captaríamos donativos?