Por un lado, hay que lidiar con las expectativas sociales sobre cómo deberíamos ser en público. Desde la presión de mantener una imagen perfecta en las redes sociales hasta cumplir con roles como casarnos y ser madres en cierta etapa de la vida. Las mujeres a menudo sentimos el peso de las expectativas ajenas. Por otro lado, las presiones laborales pueden filtrarse con más frecuencia de lo que quisiéramos en el reino de lo privado: correos electrónicos que llegan en la cena con tus amigos/as, llamadas que invaden tu tiempo de descanso; las líneas entre el trabajo y la vida personal se vuelven borrosas, llevando a un malabarismo constante para cumplir con las responsabilidades profesionales y personales.
Y como es de esperar, en medio de estas demandas, el autocuidado a menudo se convierte en la última prioridad. Tendemos a dejar de lado nuestra propia salud mental y emocional con tal de cumplir las demandas externas. Pero no todo está perdido, hay ciertas claves que pueden ayudarte a mitigar esas expectativas y demandas externas.
1. Establece límites claros
Define tiempos y espacios sagrados para tu vida privada. Esto podría significar apagar el teléfono después de cierta hora, establecer límites claros en el trabajo o dedicar momentos exclusivos para el autocuidado. Estos límites no sólo defienden tu privacidad, sino que también actúan como defensores contra el agotamiento.
Al delimitar claramente el tiempo dedicado a la vida privada, se fortalece tu capacidad de disfrutar de actividades placenteras y relaciones significativas, lo que alimenta tu optimismo.
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Prioriza el autocuidado
En la prisa de las múltiples responsabilidades, el autocuidado a menudo se relega a un segundo plano. Sin embargo, priorizarlo es crucial para mantener el equilibrio. Ya sea a través de la meditación, el ejercicio regular, tomarte un tiempo para hacer lo que te gusta, o simplemente no regañarte tan severamente cuando cometes un error… son estrategias efectivas para contrarrestar el agotamiento.
No solo contribuye al bienestar emocional, sino que también fortalece la capacidad de afrontar desafíos.
Ahora bien, estoy casi segura de que ya conocías estos recursos. Entonces ¿por qué cuesta tanto ponerlos en práctica? Porque hay que convencer a nuestra juez interna de hacerlas. En otras palabras, la resistencia a autocuidarnos nace de una combinación de factores sociales, psicológicos y culturales que influyen en la forma en que las mujeres percibimos nuestro propio bienestar. Aquí hay algunas razones:
Internalizamos las expectativas sociales que nos ven como cuidadoras principales y, por ende, sentimos una presión para poner las necesidades de los demás antes que las propias. Es así como el autocuidado puede percibirse como egoísta o indulgente, generando juicios internos negativos difíciles de lidiar.
También hay la idea de que el autocuidado es un lujo, no una necesidad. Esto puede conducir a sentimientos de culpa cuando dedicamos tiempo y recursos a cuidar de nosotras mismas.