A nivel global, representan aproximadamente el 43% de la fuerza laboral agrícola, sin embargo, muchas no reciben remuneración justa por su trabajo. En México, donde 21.1% de las mujeres residen en zonas rurales, la disparidad económica y de acceso a recursos es aún más pronunciada. Esto no solo es injusto, sino que también es insostenible. Además, enfrentan desafíos adicionales, desde la falta de acceso a créditos y propiedad de tierras hasta dificultades en la educación y atención médica.
Estos retos se ven agravados por las crisis económicas y alimentarias a nivel mundial, así como por el cambio climático, pues son particularmente vulnerables debido a la dependencia de recursos naturales y su falta de acceso a tecnologías adecuadas.
Empoderamiento como solución
Fortalecerlas es esencial para romper este ciclo de desigualdad. La educación es un pilar fundamental en este proceso, y es preocupante que, en promedio, este sector en México tenga tan solo 7.3 años de educación. Esto limita sus oportunidades económicas y perpetúa la desigualdad.
Asimismo, una de las principales barreras para su bienestar económico es la falta de seguridad en la propiedad de la tierra. Muchas de ellas trabajan el campo cuando los hombres emigran, pero no tienen derechos legales sobre ella. Esto les impide acceder a programas de apoyo, créditos y servicios, lo que agudiza su vulnerabilidad.
Para mejorar su vida y, en última instancia, la de todas las personas, se deben tomar medidas concretas. En este sentido el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) propone algunas acciones para ayudarlas a alcanzar una mayor autonomía económica:
1. Mejorar la recopilación de datos. Es esencial contar con estadísticas actualizadas y desglosadas por localidad, sexo, edad e identidad cultural y lingüística específica de las mujeres rurales e indígenas. Esto es imperativo para la toma de decisiones informadas y efectivas en políticas públicas, programas de desarrollo y estrategias de empoderamiento de esta población.
2. Incrementar su participación en la toma de decisiones. Deben ser convocadas a espacios de diálogo sobre la tierra y la biodiversidad. Además, su participación debe ser garantizada en espacios políticos de discusión y toma de decisiones. Esto ayudará a visibilizar sus historias y diseñar programas más efectivos. También es necesario promover su liderazgo y participación en sus comunidades.
3. Mejorar la Infraestructura Básica. Como acceso a agua potable y alumbrado público, es crucial. Esto no solo mejora las condiciones de vida, sino que también alivia la carga desproporcionada de trabajo doméstico que recae sobre ellas.
4. Evaluar el impacto. De programas como Sembrando Vida, Producción para el Bienestar y el Programa de Apoyo al Bienestar de Pescadores y Acuicultores (Bienpesca) en las mujeres beneficiarias. Estos programas pueden ser una oportunidad para fomentar su inclusión financiera a través de tecnologías de bajo costo.