De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de 2,100 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua de forma segura, así que estamos hablando de por lo menos 1,000 millones de mujeres sin acceso seguro a este recurso vital. ONU Mujeres estima que en aproximadamente 80% de estos casos, las mujeres y niñas son las encargadas de acarrear el líquido y son más propensas a sufrir daños en su salud ante la imposibilidad de mantener una buena higiene.
Mujeres, agua y seguridad alimentaria
Uno de los escenarios donde se ilustra con gran relevancia nuestro papel en el manejo y administración de este vital recurso es en el campo. Las mujeres representamos un promedio del 43% de la mano de obra agrícola en los países en desarrollo; sin embargo, las políticas sobre recursos hídricos en la agricultura continúan asumiendo erróneamente que los agricultores son hombres, marginándolas en la administración y toma de decisiones en este tema.
Según datos del INEGI, en México, el 76% del agua se utiliza en la agricultura; 14%, en el abastecimiento público; 5%, en las termoeléctricas y 5%, en la industria. Sin embargo, estas áreas están interconectadas, ya que la utilización del agua en actividades agrícolas e industriales repercute en el ámbito personal y doméstico. Las estrategias de supervivencia de las mujeres para enfrentar la pobreza involucran tareas como limpieza, conservación, almacenamiento y preparación de alimentos, todas ellas dependientes del acceso al agua.
Estos desafíos en las tareas fundamentales del hogar, en las labores agrícolas y de producción alimentaria, así como la recolección no remunerada de agua, dificultan su labor y les niegan las posibilidades de acceso a la educación y empleo. Estas oportunidades educativas y laborales son cruciales para romper el ciclo de pobreza y la persistencia de la falta de empoderamiento en las sucesivas generaciones.
Desde mi perspectiva, la discusión en torno al asunto de la disponibilidad de agua y la garantía de alimentos se desarrolla en un momento en el que se están experimentando graves sequías a nivel global. Es esencial asegurar el liderazgo de las mujeres y su participación en las políticas, iniciativas y procesos de toma de decisiones en todos los niveles en relación con el avance sostenible. Asimismo, es crucial reconocer la importancia de potenciar a las mujeres que viven en zonas rurales como agentes vitales para el mejoramiento de la agricultura y el desarrollo rural, así como para la seguridad alimentaria y la nutrición.
Para lograrlo, quisiera destacar los siguientes puntos que recomienda la ONU:
1. Reconocernos como usuarias independientes del agua, fortaleciendo nuestro liderazgo en políticas y decisiones hídricas, y ampliando competencias en planes de riego.
2. Empoderarnos en la administración de recursos hídricos y alimentos, mejorando nuestro control sobre cadenas de suministro.
3. Aliviar la carga de trabajo no remunerado de mujeres y niñas mediante tecnologías laborales.
4. Superar estigmas y discriminación de género en el acceso a recursos.
5. Mejorar el abastecimiento de agua a poblaciones desfavorecidas, especialmente a aquellos hogares dirigidos por mujeres.
6. Capacitarnos en gestión hídrica y tecnologías agrícolas.
7. Establecer medidas de rendición de cuentas, como auditorías de género, para impulsar liderazgo femenino en la gestión hídrica agrícola.
8. Fortalecer capacidad de actores gubernamentales, sociedad civil y desarrollo en abordar cuestiones de género en gobernanza hídrica agrícola.