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Jugar a la casita

El trabajo infantil de las niñas en labores de cuidado y del hogar no remuneradas se les atribuyen por una asignación de roles estereotípica, machista y patriarcal.
sáb 29 abril 2023 12:01 AM
Menor de edad pide dinero en calles de la Ciudad de México.
Ponerle rostro a la desigualdad es otra manera de visibilizarla como una realidad mucho más cercana de lo que creemos, señala María Elena Esparza Guevara.

(Expansión Mujeres) - Después de una mañana de limpiar y planchar, Magali pone la mesa al tiempo que calienta el arroz y el pollo que su mamá cocinó en la madrugada antes de salir a trabajar. Sus hermanos regresan de la escuela; ella les sirve la comida y lava los trastes. Por la noche es la misma historia, sólo que a la mesa se une su papá.

Tiene 13 años y se vio obligada a abandonar sus estudios para “apoyar" en la casa, pues como los ingresos familiares no eran suficientes su madre ahora debe salir todo el día a trabajar. Magali es el nombre de muchas y su historia es la de tantas familias donde el trabajo infantil de las niñas en labores de cuidado y del hogar no remuneradas se les atribuyen por una asignación de roles estereotípica, machista y patriarcal.

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De acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a nivel global son más niñas que niños las que se dedican a tareas domésticas. En el periodo que comprende de 2012 a 2016 —último registrado en la OIT con respecto al trabajo infantil— más de 26,000 niñas de entre cinco y 14 años realizaron trabajo doméstico, en comparación con 14,000 niños en ese mismo rango de edad. Esto es: por cada niño que realiza trabajo doméstico, hay 1.8 niñas que lo hacen.

En México, según la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2019, el 5.6% de las niñas de entre cinco y 17 años llevan a cabo tareas domésticas en condiciones no adecuadas, es decir, durante horarios prolongados, en un medio insalubre o en lugares peligrosos. Los estados del país con mayor prevalencia de este problema son Oaxaca, Chiapas y Michoacán.

Aunque la UNESCO nos levanta el ánimo al señalar que en el mundo las tasas de matriculación en las escuelas primaria y secundaria se están acercando a la paridad —90% de los niños y 89% de las niñas van— las tasas de finalización de ellas son menores en los países de ingreso bajo, donde sólo el 63% de las alumnas de primaria completan ese nivel, en comparación con el 67% de los alumnos. En el caso de las tasas de finalización de la secundaria, la brecha es aún más considerable pues únicamente el 36% de ellas completa la secundaria, en comparación con el 44% de los varones.

En este panorama se interseccionan condiciones de vulnerabilidad como los usos y costumbres, roles y estereotipos de género, normalización de la violencia y desempleo de las y los responsables de crianza. No se justifica: las niñas sólo deberían —si quieren— jugar a la casita, no atenderla de verdad.

Si en la familia de Magali las tareas se dividieran con igualdad, probablemente seguiría inscrita en la escuela y entre todas y todos se ocuparían de las labores del hogar y de cuidado. Mientras eso no suceda, millones de niñas en el mundo sólo pueden soñar con un futuro prometedor detrás de la pila de trastes y quehaceres domésticos de los que son responsables.

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Ponerle rostro a la desigualdad es otra manera de visibilizarla como una realidad mucho más cercana de lo que creemos. En el contexto del Día de la Niña y del Niño, ¿cómo tratas a las y los de tu entorno? Ahí empieza el cambio.

Nota del editor: María Elena Esparza Guevera fundó y preside Ola Violeta A.C. Es Doctoranda en Historia del Pensamiento por la UP, Maestra en Desarrollo Humano por la Ibero y egresada del Programa de Liderazgo de Mujeres en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Síguela en LinkedIn y/o en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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