Así como en los siglos XIX y XX la humanidad superó la esclavitud y la colonización, en el siglo XXI debemos dejar atrás la inequidad del patriarcado, es parte de la evolución humana. Si bien se dice que los negocios se basan en la meritocracia (que “el género no importa”), como fenómeno eminentemente social, los negocios están condicionados por una socialización patriarcal de la que ni siquiera somos conscientes –el llamado sesgo inconsciente–. Para superar este sesgo, no solo es necesario que se impulse a la mujer, sino también a lo femenino como elemento o principio en el liderazgo.
Sin duda, el mundo de los negocios fue hecho por y para los hombres. Después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres nos incorporamos a las empresas como fuerza laboral, teniendo que aprender a jugar con reglas masculinas (sesgadas) que no son innatas ni naturales para nosotras. Se trata de un tablero desigual que continúa beneficiando a los hombres y a lo masculino en general.
Esto es fácil de entender si consideramos lo masculino y lo femenino como dos idiomas. Por nuestra naturaleza, las mujeres dominamos más el lenguaje femenino, mientras que los hombres dominan más el masculino. Sin embargo, tanto hombres como mujeres tenemos ambas naturalezas. Debido a nuestro condicionamiento social, las mujeres hemos desarrollado más nuestro lado femenino, mientras que los hombres lo han reprimido.
Uno de nuestros objetivos como líderes (y organizaciones) debería ser volvernos bilingües en cuanto al género. Como dice Avivah Wittenberg-Cox, debemos aprender a hablar con fluidez los lenguajes masculino y femenino. Esto implica enaltecer lo femenino, de modo que las cualidades femeninas sean tan valoradas como las masculinas. Valoremos no solo la fuerza, la firmeza y la orientación a la acción, sino también la empatía, la compasión, la amabilidad y la inclusión.
Las mujeres aportamos todas estas cualidades que no han sido valoradas ni recompensadas a lo largo de la historia. Hay excelentes ejemplos de mujeres líderes que han llevado con éxito el equilibrio de género a su liderazgo, como Kristin Engvig (WIN), Anita Roddick (The Body Shop) o Ariana Huffington (The Huffpost). Invito a los lectores a conocer sus historias.
¿Qué podemos hacer los líderes (hombres y mujeres) para convertirnos en bilingües en género? Primero, debemos aprender a discernir en nuestro interior estos dos amplios arquetipos: comportamientos y valores masculinos y femeninos. ¿Hasta qué punto están igualmente desarrollados y equilibrados entre sí? La respuesta determina si estamos en nuestro pleno poder. Esto es lo que hacemos con el liderazgo Shakti, un concepto que compartiremos con mujeres líderes mexicanas en un programa ejecutivo intensivo de una semana.
Shakti es una palabra en sánscrito que significa la fuerza del poder o la fuerza creativa, asociada con deidades femeninas. Es el principio del que emergen todas las cosas, el combustible de la creación del que todas las cosas se nutren y proveen. Los líderes adquieren todo su poder cuando hay un equilibrio sano entre lo femenino y lo masculino. Cuando estas dos mitades se unen, pueden expresarse en todo su potencial.