A pesar de ello, es gratificante encontrarme con más mujeres ávidas por incursionar en el sector de la tecnología porque, aunque esta siga siendo una industria masculina, cada vez hay más puertas para mujeres que intentan romper paradigmas, con constancia y sobre todo, con pasión.
Sabemos que el camino es largo. Llegar a ocupar un espacio relevante en la escena tecnológica requiere de una serie de habilidades y conocimientos, pero quizás, el verdadero desafío está en prepararse para cada etapa que se viene; y para esto es clave contar con apoyo, y no hablo solo del ámbito económico -que por supuesto es importante- me refiero al respaldo académico, a las oportunidades de estudio que todavía se sienten lejanas para algunas mujeres en Latinoamérica.
Para muestra basta un botón. En 2019, la UNAM reportó que su matrícula en toda la universidad estaba dividida de manera equitativa entre hombres y mujeres. Sin embargo, al hacer doble clic en carreras como matemáticas e ingenierías se podía ver que no había equidad, ya que solo 19% del alumnado eran mujeres.
Desafortunadamente en Latinoamérica todavía se piensa que las carreras tienen género y las empresas también. Es decir, algunas son para mujeres -comunicación y diseño, por ejemplo- y otras, como ingeniería, para hombres.
Una
encuesta
realizada entre más de 10,000 alumnas en el último año de preparatoria en Ciudad de México y el Estado de México arrojó que sólo poco más de 600 iban a estudiar alguna disciplina relacionada con ciencias: casi un 6%. Y no quiere decir que no sea un gran mérito que nos gusten las otras disciplinas. Solo que estamos aún rodeadas de las mismas carreras y el mismo modelo educativo de hace siglos, por lo que el mismo entorno nos lleva a estas elecciones.
Hay diversas organizaciones, como el Centro de Investigación de la Mujer en Alta Dirección (CIMAD) del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (Ipade) que han desarrollado programas específicos para incentivar a estas jóvenes a estudiar carreras STEM. Sin embargo, tal vez hacer eso en los últimos años de adolescencia no sea suficiente.
Si queremos alcanzar esa tan anhelada equidad de género, se hace necesario y además justo, que los gobiernos y las distintas entidades educativas desde primaria hasta las instituciones técnicas o superiores, den un giro en el modelo tradicional de enseñanza y comiencen a abrir espacio para las nuevas carreras del futuro.
La tecnología debe convertirse en el puente para que las mujeres podamos desarrollar nuestras habilidades y que se aproveche todo nuestro potencial. Necesitamos entender que la inversión en la educación es un tema prioritario, porque solo con verdaderas oportunidades podemos llegar a ser mejores como sociedad.