Entre 1980 y 2008, la tasa de participación laboral femenina se incrementó del 50.2% al 51.7%, en tanto la tasa masculina disminuyó del 82% al 77.7%, lo que significa una disminución progresiva de la brecha de género en las últimas décadas. Específicamente en la región de América Latina y el Caribe, se observa un incremento significativo en la participación de la mujer en el mercado laboral, que aumentó del 43.5% en 1992 al 52.6% en 2012.
Es inevitable pensar que la presencia de la mujer en el ámbito empresarial ha significado un impacto directo en el crecimiento económico, no sólo de las mujeres sino también de sus familias, al incrementar los ingresos y la seguridad financiera y, por supuesto, tiene efectos a nivel macroeconómico, al incrementar el potencial humano disponible y contribuir al crecimiento económico del país.
El trabajo de las mujeres en las corporaciones también representa otras ventajas que muy pocas veces se notan. Entre ellas figuran sus habilidades “blandas” a menudo denominadas “inteligencia emocional”, en referencia a la capacidad de relacionarse con otros. Son capacidades estrechamente relacionadas con el liderazgo y entre ellas se incluyen: Profesionalismo reflejado en ética de trabajo y resiliencia; capacidad de establecer redes de relación; colaboración; comunicación tanto oral como escrita, y pensamiento crítico.
Estas capacidades del sector femenil han sido demostradas. Un estudio realizado por una reconocida empresa de consultoría reveló que las mujeres superan a los hombres en 11 de las 12 competencias clave de la inteligencia emocional.
Otra ventaja de la mujer en la vida laboral es proporcionar una perspectiva diferente a las situaciones, lo cual deriva en una mejor solución a los problemas, el incremento de la búsqueda de información novedosa, y el desarrollo de la creatividad en sus equipos de trabajo, todo lo cual lleva a una mejor toma de decisiones.
Paralelamente para una mujer es más fácil construir confianza. La encuesta “Women and Leadership” muestra que para el 34% de los trabajadores estadounidenses las mujeres son más honestas y éticas que los hombres y sólo el 3% cree que los hombres son mejores. Saber que una empresa da el valor necesario a la ética y la confianza genera una excelente reputación y mayores ingresos; alejarse de comportamientos basados en la ética puede tener implicaciones negativas a largo plazo para cualquier organización, incluyendo daños a la reputación pública y la pérdida de confianza inclusive de los accionistas.
Una muestra clara del valor de las mujeres en el mundo corporativo lo revela el estudio “Women in the Workplace 2021” realizado con encuestas a más de 65,000 individuos de 423 organizaciones que revela que año y medio después de iniciada la pandemia de COVID-19, las mujeres ya habían logrado importantes avances en la representación laboral y, a pesar del agotamiento y el estrés, se pusieron a la altura del momento como líderes más fuertes, asumiendo el trabajo extra que la situación demandaba.
Las mujeres directivas fueron calificadas por sus empleados como las que tomaron las medidas centradas en las personas que les ayudaron a superar la pandemia: proporcionaron apoyo emocional, se preocuparon por el bienestar general y tomaron medidas para ayudar a gestionar el agotamiento.