En las publicaciones como organización y en este espacio en Expansión de manera individual, mis compañeras y yo hemos compartido ya numerosos datos y reflexiones sobre las
brechas entre hombres y mujeres
y a qué se deben. Sin embargo, los comentarios que leí ayer me confirmaron que tocar este tema sigue siendo necesario, hasta que la información llegue a quien tenga que llegar.
Por un lado, es necesario aclarar que las mujeres no trabajamos menos horas, sino más. De hecho, enfrentamos una doble jornada laboral, el problema es que gran parte de ella
no es remunerada
. Además del trabajo de mercado, en 2020 una mexicana en promedio dedicó 9 horas al día a labores domésticas, de cuidado y trabajo no remunerado en bienes de autoconsumo.
Así, nos damos cuenta de la enorme carga que simplemente por una idea de rol de género se les asigna a las mujeres. Más aún, entendemos mejor por qué la participación laboral de las mujeres en México es de tan solo 44.7% cuando para los hombres es 76.4%, generando una
brecha
de casi 32 puntos porcentuales.
Por otro lado, los roles familiares y prejuicios hacia las mujeres hacen que sea más difícil para ellas llegar a posiciones más altas. Por esto, incluso en el empleo formal la brecha salarial sigue existiendo –por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer gana en promedio 83.6 pesos–.
No obstante, un problema aún más preocupante es que la mayoría de las mujeres empleadas se encuentra en informalidad laboral, donde la brecha salarial es de casi 25%: 75.4 pesos por cada 100 percibidos por un hombre.
Y si bien la informalidad laboral es una falla profunda del mercado laboral mexicano en general, es una situación en la que una mayor proporción de mujeres se encuentra, principalmente porque un empleo informal muchas veces puede conllevar mayor flexibilidad de horarios para cumplir con los roles de crianza y demás labores ya mencionadas.
No cabe duda de que hay muchos temas pendientes en materia laboral en nuestro país, como garantizar la igualdad salarial, reforzar la inclusión laboral, ampliar la cobertura de la seguridad social, y muchos más. Sin embargo, no puede pasar desapercibido que el trabajo no remunerado y, en particular, el rol de cuidados está dejando fuera o limitando enormemente la participación de las mujeres en el mercado laboral. Y esto le está restando crecimiento, productividad e incluso recaudación tributaria al país en general. Así que, si crees que contribuir a construir un piso parejo te va a quitar oportunidades a ti, en realidad es todo lo contrario.
Y eso es lo que se pide y por lo que se busca visibilizar estas brechas: un piso parejo, no “un sistema autoritario que imponga salarios iguales”, como uno de los usuarios de Twitter asumió. México necesita políticas públicas con enfoque de género para acotar las brechas, un gobierno que realmente se tome en serio el problema y no solo se autodenomine feminista al mismo tiempo que minimiza las exigencias de las mujeres y cancela programas que contribuían a aminorar la carga de cuidados en vez de mejorarlos y corregir sus fallas.
Dentro de las políticas más urgentes para lograr ese piso parejo destaca la necesidad de establecer una infraestructura de cuidados. Las familias mexicanas requieren la opción de recurrir a estancias infantiles, escuelas de tiempo completo, asilos y otros centros de cuidado para que las mujeres tengan la oportunidad de participar en el mercado laboral, si así lo desean, y tengan mayores posibilidades de hacerlo en un empleo formal y acceder a mayores ingresos.
Además, la apertura de estos espacios debe ir acompañada de las políticas necesarias para que se beneficie más a quien más lo necesita.
En un entorno en el que hablamos de desigualdad y pobreza en el espacio público continuamente, el sistema nacional de cuidados representa una oportunidad muy relevante para incrementar el ingreso de las familias de menores ingresos y disminuir las desigualdades socioeconómicas.
Por ejemplo, en el estudio más reciente del CEEY titulado
Sistema Nacional de Cuidados: una vía para la igualdad de oportunidades y la movilidad social
, se encuentra evidencia de que contar con centros de cuidado infantil amplía significativamente la posibilidad de ascender en la distribución socioeconómica del país.
Asimismo, hay diferentes razones por las que una transferencia monetaria no puede sustituir la provisión de infraestructura pública de cuidados. En primer lugar, un sistema de cuidados tiene efectos positivos no solo para las personas cuidadoras, sino también
para las personas que requieren los cuidados
.