Esto podría sonar muy justo y adecuado, sin embargo, en muchas ocasiones la igualdad por sí sola no es suficiente, pues es vital reconocer que no todos cabemos en el mismo molde; es decir, cada persona enfrenta desafíos diferentes, partiendo de distintos puntos y solo al reconocer sus necesidades y condiciones construiremos oportunidades justas y equitativas.
Las compañías tenemos un papel fundamental en el desarrollo de políticas, prácticas y medidas que mitiguen las barreras y sesgos, y respondan a las desigualdades que aún prevalecen, pues cuando estereotipamos a una persona, prejuzgamos en función de su pertenencia a un grupo, no de su individualidad, por ello debemos ir más allá en la construcción de un terreno común en el que se reconozcan nuestras diferencias y creen oportunidades para todos.
Es de vital importancia implementar estrategias en materia de inclusión que se vivan día a día como parte de la filosofía corporativa, empezando por nuestro primer punto de contacto, el reclutamiento, y dándole seguimiento por medio de programas de desarrollo y capacitación que promuevan a las mujeres alcanzar su máximo potencial en cualquiera de los roles que desempeñen y trazar el camino para las nuevas generaciones.
Otro aspecto para tener en cuenta es el de utilizar herramientas que nos ayuden a monitorear los esfuerzos en materia de paridad de género y, de esta manera, entendamos mejor las necesidades de nuestros colaboradores. Finalmente, es nuestro deber continuar educando y sensibilizando a los miembros de la compañía alrededor de la inclusión, equidad e igualdad para así, erradicar cualquier obstáculo asociado al género.
Y esto es bueno muy bueno para las compañías, pues estudios recientes han demostrado que una fuerza laboral más equitativa, diversa e incluyente puede impulsar el desempeño financiero, la reputación, la innovación, la motivación del personal y ayudar a las empresas a anticipar y satisfacer las necesidades de sus clientes y consumidores, una oportunidad única que nadie debería dejar pasar.