En esta definición es importante considerar que las mujeres somos diversas y, por lo tanto, nuestras experiencias también están determinadas por la edad, la etnia, el estado civil, la presencia de hijos, la orientación sexual, las discapacidades y el estrato social, entre otras características.
En este sentido, la perspectiva de género busca detonar una forma de empatía que, en sentido figurado, funciona como unos lentes para analizar cualquier situación desde la óptica de las mujeres. No es lo mismo lo que vive una profesionista de la Ciudad de México de estrato social alto, que la experiencia de una mujer con alguna discapacidad que vive en una zona rural.
Las estadísticas confirman esta percepción. En el mercado laboral, por ejemplo, el
43% de las mujeres de 15 años o más
tiene o busca un trabajo remunerado, pero esta cifra desciende a
28% para mujeres con alguna discapacidad
. Esta brecha también existe para los hombres con alguna discapacidad (53% contra 75% para el total de los hombres), pero para ellas el panorama es más complicado por ser mujeres y por su discapacidad.
Aunque cada vez hay más datos disponibles que cuantifican brechas y que las voces de las mujeres son más fuertes, en México todavía hay quienes creen que la desigualdad de género no existe. Para ser exacta, uno de cada cinco mexicanos lo cree, según una
encuesta reciente de Ipsos y King’s College
. ¿Por qué preocupa?
Según Marcela Lagarde, representante del feminismo latinoamericano, para trabajar a favor de la igualdad se necesita tener conciencia de la desigualdad: entender en qué consiste, cómo se manifiesta y por qué persiste. Coincido con ella, por eso es importante generar cada vez más datos y análisis con perspectiva de género que la hagan evidente.
Para esto no basta con separar las estadísticas entre hombres y mujeres; hay que cuestionar qué dinámicas podrían influir y analizar lo que sucede desde esa perspectiva.