Sin embargo, aún hay una brecha importante que cerrar y para lograrlo es necesario un liderazgo que inspire y acompañe este proceso de renovación, haciendo énfasis en el sentir de las personas que serán las responsables de llevar a cabo las estrategias desde el compromiso y la participación.
En este sentido, el liderazgo femenino aparece como pieza clave para tomar esta tarea que en primera instancia luce retadora, pero que, debido a las características del desarrollo de la inteligencia emocional de las mujeres, son tareas que caen como anillo al dedo.
¿Por qué digo esto? porque las mujeres aportamos un valor añadido para adaptarnos y crecer, poseemos características primordiales que facilitan y favorecen la dinámica organizacional, resaltando las siguientes:
1) capacidad para trabajar desde la multitarea, facilidad de organización y administración del tiempo.
2) empatía y facilidad de socializar para establecer una comunicación emocional con los equipos de trabajo, lo que contribuye a la generación de un clima laboral más positivo, necesario en un contexto de cambio. Asimismo,
3) destaca el trabajo en equipo, alta capacidad para cohesionar, reunir personas, opiniones y propuestas, lo cual fomenta una cultura de cooperación, contribución y creación.
4) Enfoque en el detalle, que genera procesos con una mayor calidad y en el equipo sentido de perfección.
5) La innovación y el emprendimiento son áreas donde estamos ganando protagonismo, gracias a nuestras habilidades de observar y encontrar soluciones diversas al mundo que nos rodea.
6) Somos flexibles y pacientes, cualidades que nos ayudan a enfocar nuestros esfuerzos en resultados a largo plazo.
Y así podría seguir enumerando múltiples cualidades que resaltan nuestras habilidades como líderes y que ponen de manifiesto que cuando las organizaciones priorizan la diversidad, sus resultados mejoran y se dinamiza la innovación, se mejora la creatividad, crece la reputación y se mejora la imagen externa de las compañías.