“Es muy común entre mujeres”, escuché mientras buscaba con angustia una solución a mi problema. Y es verdad, pues aunque el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) asegura que hasta 2021 el cáncer de mama es la principal causa de morbilidad hospitalaria por tumores malignos entre la población de 20 años y más, el cáncer de órganos genitales es la segunda causa de morbilidad hospitalaria con 21% entre la misma muestra de población.
Por más frecuente que fuera, la vergüenza no desapareció cuando senté a mi pareja y a familia para comunicarles la noticia. Menos cuando en mi siguiente revisión médica sentí un impulso muy fuerte por mentir cuando el ginecólogo-oncólogo-cirujano que me atendería preguntó cuántas parejas sexuales he tenido en mi vida. Y sin duda hubiera mentido si mi vida no hubiera dependido de que él tuviera toda la información para atenderme de la mejor manera que la medicina y su capacidad le permitieran.
Pregunté a una psicóloga social, química biológica y a una estudiante de Medicina cuál es el objetivo real de preguntar a cualquier paciente por la cantidad de personas con las que ha tenido sexo y si justificaba el posible efecto que éste podría causar en términos de inhibición, y por ende, la obtención de información falsa con la que trabajaran.
La respuesta fue contundente: tener varias parejas incrementa riesgos de contraer y transferir enfermedades de transmisión sexual exponencialmente. Una vez más la vergüenza llegó a mí, porque aunque ni el médico que me trató ni la gente a mi alrededor expresó algún juicio que castigara mi práctica sexual, yo sí me lamenté por ella.
¿Qué pude haber hecho?, ¿qué pueden hacer las mujeres que no tienen este cáncer? Dejar de experimentar y ejercer con total libertad su sexualidad no es una opción que las mujeres podamos abandonar después de un histórico y sistemático abuso de nuestro cuerpo con fines sexuales.
¿Acceso a información? La tuve, desde que mi mamá se sentó conmigo a los 14 años para ver juntas un programa de sexualidad y respondió todas las dudas que tuve al respecto, asimismo porque accedí a centros educativos a niveles que la mayoría de la población mexicana no alcanza a causa de la desigualdad. “La falta de educación sexual en edad temprana está ligada a relaciones sexuales sin consentimiento pleno de alguna de las partes, que deriva en embarazos no deseados y enfermedades venéreas que incluso pueden provocar la muerte", aseguró el psicólogo Fernando Medina Hernández, sin embargo, mi privilegio no me liberó de la posibilidad de contraer una ETS.
Brisa Armenta, sexóloga educativa y fundadora de Psicobienestar y sexualidad integral, una organización especializada en atención psicológica y sexual, sostiene que la educación integral de la sexualidad debe incluir el placer como un aspecto indispensable del ser humano, así como información científica, objetiva, veraz, con enfoque transversal de género y derechos sexuales y reproductivos.
Armenta considera que ésta debe incluir aspectos biológicos, psicológicos, sociales y relacionales de la sexualidad y debe ser impartida por personas expertas en el tema con un enfoque de género.
“La perspectiva de género en la enseñanza de la sexualidad implica conocer que existen diferencias y violencias a partir de género y debería cerrar las brechas en la enseñanza, es decir, no separar a mujeres de hombres para abordar ningún tema, incluir a las diversidades sexuales como un tema importante en el cual educar y presentar las nuevas formas de vivirse como mujer y hombre que ahora tenemos”, dijo.