Por ejemplo, existen diversos datos respecto al tema de la mujer en el ámbito empresarial. Mckinsey elaboró en 2018 un reporte que revela que tanto hombres como mujeres tenemos muchas aspiraciones laborales, pero la posibilidad que tenemos las mujeres de alcanzar nuestros objetivos son menores:
- Solo 4 de 10 mujeres participan en el mercado laboral.
- Las mujeres ocupan únicamente el 37% de las nuevas posiciones que se abren en una organización.
- Las mujeres ocupan solo el 10% de los cargos en comités ejecutivos.
Estas son nuestras circunstancias. Esa es la realidad en muchos sectores. ¿Dirías que representan tu realidad?
De ser así, aceptarlo es el primer paso y después hay que revisar cómo interpretas esas circunstancias… porque de ello dependerá, en gran medida, qué tanto lucharás por transformarlas.
La manera en que interpretas lo que te sucede depende en gran medida de las experiencias, las historias de vida que has atravesado y sobre todo qué tantas herramientas psicológicas has desarrollado para trascender tus circunstancias.
Así que tu labor debe ser conocer, aceptar y validar tu realidad, pero principalmente tomar acción para modificarla.
Pero emprender esta ruta ¿implicará solo esfuerzo y coraje? O mientras aceptas tus circunstancias y transformas tu realidad ¿se podrá ser feliz en el camino?
La respuesta es sí, se puede ambas... y te quiero compartir un dato que te permitirá dimensionar qué tanto tus circunstancias determinan tu felicidad.
Pero antes ¿has notado que hay personas a las que pareciera que les es más fácil ser felices? Pues la ciencia ha encontrado que esto es cierto y la responsable es la genética. Hay gente que tiene cierta tendencia a la felicidad. Es como si fluyeran más con el optimismo y descubrieran aprendizajes positivos de las situaciones más adversas. Y aunque parezca descabellado, la realidad es que, literal, llevan la felicidad en los genes.
Hace tiempo supe de las investigaciones de la Dra. Lyubomirsky. Ella descubrió que el 50% de nuestro nivel de felicidad está determinado genéticamente, es decir, nacemos con un rango fijo de felicidad. Esto es similar al peso, algunas personas tienen la suerte de ser delgadas por naturaleza y aun sin proponérselo no les cuesta mantenerlo. Y otras personas tienen que esforzarse para alcanzar el nivel deseado.