Esta nueva ley ha traído consigo grandes retos y repercusiones, no solo para las organizaciones, sino también para los colaboradores que hoy integramos a nuestra plantilla o cambian de corporación de acuerdo a sus actividades.
Seguro hemos identificado el impacto financiero obtenido al implementar las acciones necesarias para dar cumplimiento a la regulación, pero ¿qué tanto lo hemos distinguido en el de nuestras colaboradoras? A consecuencia de este cumplimiento, ¿podemos marcar una diferencia en la economía familiar?
Claramente vemos que sí; los empleados que hoy han tenido modificación en sus condiciones laborales tienen frente a ellos la oportunidad de tomar ventaja de estos cambios, potencializando los beneficios y haciendo lo necesario por mejorar su propio bienestar financiero y el de su familia.
Es posible que con la reorganización se tenga acceso a prestaciones institucionales que, como sabemos, pueden generar: mayores ingresos económicos, ahorros en los gastos familiares, facilidades para realizar las actividades relacionadas a los roles, así como responsabilidades dentro de la organización y en definitiva una mejor apreciación y compromiso hacia la firma. Algunos ejemplos son: fondo de ahorro, seguros corporativos, participar en las utilidades de la empresa, así como tener al alcance equipos y facilidades para realizar las actividades, acceso a beneficios altamente valorados como las cajas de ahorro, etc.
Partamos sobre el hecho de que las condiciones laborales son mejores para algunos grupos de la compañía y consideremos las herramientas que tenemos al alcance para generar cambios de valor en el bienestar financiero y psicosocial de los colaboradores, que a su vez se reflejará dentro de la organización mejorando indicadores de productividad, rotación y engagement.